Primera parte
El pueblo de Dios educado en la fe en la Eucaristía
La fe en la Eucaristía
Proposición 3
La novedad del misterio pascual
Al instituir la Eucaristía, Jesús creó una novedad radical: cumplió en sí mismo la nueva y eterna alianza. Jesús inscribe, en el contexto de la cena ritual judía, que concentra en el memorial el acontecimiento pasado de la liberación de Egipto, su importancia presente y la promesa futura, su entrega total. El verdadero Cordero inmolado se sacrificó de una vez por todas en el misterio pascual y es capaz de liberar para siempre al hombre del pecado y de las tinieblas de la muerte. El Señor mismo nos ofreció los elementos esenciales del «culto nuevo». La Iglesia, en cuanto esposa y guiada por el Espíritu Santo, está llamada a celebrar el convite eucarístico, día tras día, «en su memoria». Inscribe el sacrificio redentor de su Esposo en la historia y lo hace presente sacramentalmente en todas las culturas. Este «gran misterio» se celebra en las formas litúrgicas que la Iglesia, iluminada por el Espíritu Santo, desarrolla en el tiempo y en el espacio.
En la celebración de la Eucaristía, Jesús, sustancialmente presente, nos introduce mediante su Espíritu en la pascua: pasamos de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, de la tristeza a la alegría. La celebración de la Eucaristía refuerza en nosotros este dinamismo pascual y consolida nuestra identidad. Con Cristo, podemos vencer el odio con el amor, la violencia con la paz, la soberbia con la humildad, el egoísmo con la generosidad, la discordia con la reconciliación, la desesperación con la esperanza. Unidos a Jesucristo, muerto y resucitado, podemos llevar cada día su cruz y seguirlo, con vistas a la resurrección de la carne, siguiendo el ejemplo de los mártires de la antigüedad y de nuestros días. La Eucaristía, como misterio pascual es prenda de la gloria futura y de ella nace ya la transformación escatológica del mundo. Celebrando la Eucaristía, anticipamos esta alegría en la gran comunión de los santos.