Segunda Parte
La participación del Pueblo de Dios en la celebración eucarística
La estructura de la celebración eucarística
Proposición 18
De los dos banquetes, el de la Palabra de Dios y el del Cuerpo de Cristo, la Iglesia recibe y ofrece a los fieles el Pan de Vida, especialmente en la santa liturgia. La Palabra de Dios, como todo el misterio eucarístico, no es accesible sino en la fe. Conviene por tanto que las Lecturas sean proclamadas con cuidado, si es posible por lectores instituidos.
Debe darse el justo peso a la Liturgia de la Palabra en la celebración eucarística. Existe un lazo intrínseco entre Palabra de Dios y Eucaristía. En la Eucaristía, el Verbo hecho carne se nos entrega como alimento espiritual. Escuchando la Palabra de Dios nace la fe (Cf. Romanos 10,17).
Para apreciar, celebrar y vivir mejor la Eucaristía, hace falta un conocimiento profundo de las Sagradas Escrituras proclamadas. «La ignorancia de la Escritura es ignorancia de Cristo» (Cf. «Dei Verbum» 25). El fiel debe ser ayudado a apreciar los tesoros de la Escritura en el Leccionario, mediante el desarrollo del apostolado bíblico, el impulso de grupos parroquiales que preparen la misa dominical con el estudio orante de las mismas lecturas y prácticas litúrgicas como el silencio o unas pocas palabras de introducción que ayuden a una mejor comprensión. Además el pueblo de Dios debe ser educado a través de una catequesis fundada en la Palabra de Dios. Amar, leer, estudiar, meditar y orar la Palabra de Dios es un fruto precioso de la práctica de la «lectio divina», de los grupos de estudio y de oración bíblicos en familia y en las pequeñas comunidades eclesiales.
A causa de la intrínseca relación entre la liturgia de la Palabra y la eucarística, la Palabra de Dios debe ser venerada y honrada (cf. «Dei Verbum» 21), en especial los Evangelios, como signo de la presencia del Verbo encarnado en la asamblea de los fieles (Cf. «Instrumentum Laboris» 46).
Ha de buscarse una expresión para la oración de los fieles que se relacione mejor con la Palabra de Dios, con las necesidades de la asamblea y más ampliamente con las de toda la humanidad.