«Proposiciones» del Sínodo sobre la Eucaristía (1-50)

«Actuosa participatio»

Proposición 30

«Dies Domini»

Como fruto del año de la Eucaristía, el Sínodo recomienda vivamente que se hagan esfuerzos significativos para dar valor y vivir el «Dies Domini» en toda la Iglesia. Es necesario volver a afirmar el carácter central del domingo y de la celebración de la Eucaristía dominical en las diferentes comunidades de la diócesis, en especial en las parroquias (cf. «Sacrosanctum Concilium» 42). El domingo es verdaderamente el día en el que se celebra con los demás a Cristo resucitado, día santificado y consagrado al Creador, día de reposo y de disponibilidad. La celebración eucarística dominical es una gracia humanizante para el individuo y la familia, porque nutre la identidad cristiana con el contacto con el Resucitado. Por ello el deber de participar es triple: con Dios, consigo mismo y con la comunidad.

Se propone ayudar a los fieles a considerar como paradigmática la experiencia de la comunidad primitiva y la de las generaciones de los primeros siglos. Ofrézcase a los cristianos la oportunidad, a través de la catequesis y la predicación, de meditar sobre el «Dies Christi» como día de la resurrección del Señor y, por ello, como fiesta de liberación, día regalado para gustar los bienes del Reino de Dios, día de la alegría por el encuentro con el Viviente, presente entre nosotros.

Auguramos por tanto que el Día del Señor se convierta también en el día de los cristianos, respetado por toda la sociedad con el descanso del trabajo. Que en torno a la celebración eucarística del domingo se organicen manifestaciones propias de la comunidad cristiana, como encuentros amistosos, formación de la fe de los niños, jóvenes y adultos, peregrinaciones, obras de caridad y diversos momentos de oración.

Aunque el sábado por la tarde pertenece ya al domingo (primeras vísperas), y está permitido cumplir el precepto dominical con la misa prefestiva, es necesario recordar que es el día del domingo en sí mismo el que merece ser santificado para que no haya «vacío de Dios».

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