Jornadas de Teología 2023 (y 2)

El jueves 31 de agosto se celebró la segunda jornada de reflexión en torno a las neurociencias y la teología, en el marco de las Jornadas de Teología, organizadas por la Delegación de Enseñanza, y que fue protagonizada por las ponencias y aportaciones del teólogo y filósofo Francesc Torralba, que también es el coordinador académico de estas tradicionales jornadas de formación, abiertas a todo el mundo, y especialmente orientadas a profesores y maestros de religión, catequistas, sacerdotes y animadores de pastoral de la diócesis.

El Arzobispo Joan-Enric presidió la jornada, celebrada en la sala de actos del Seminario diocesano de Urgell. Mons. Vives destacó la renovación en el cargo del Dr. Francesc Torralba, como miembro del Dicasterio para la Cultura y la Educación de la Santa Sede. El Dr. Torralba inició su participación explicando su experiencia personal; cómo las Jornadas de Teología organizadas por el Obispado de Urgell este año han sido un momento privilegiado a nivel personal para curar y reflexionar la pérdida y el duelo por la muerte súbita de su hijo. Desde un lenguaje filosófico, haciendo de puente con el discurso de las ponencias del Dr. Durán del día anterior, exploró cómo ambas disciplinas: neurociencias y teología; muestran intuiciones muy comunes y similares respecto a qué es lo que nos hace singulares y cuál es el lugar que ocupamos en la Creación.

En la primera ponencia, titulada “¿Cuál es la singularidad humana? Nuestro sitio en el cosmos”, exploró cómo la filosofía es la herramienta empleada para clarificar o proyectar luz a un debate que a lo largo de los siglos ha demostrado ser muy complejo, variado y hoy en día todavía activo. No hay unanimidad sobre en qué somos singulares, o si lo somos, pero a grandes rasgos se puede dividir en dos posiciones: el ser humano es poco más que materia compleja en movimiento a pesar de haber unas células, como las neuronas, que nos permiten la actividad mental; la otra considera que el ser humano es materia compleja y lo que nos hace diferentes no es la fachada sino lo que está escondido en nuestro ser. El primer razonamiento, destaca Torralba, no quita que esta vertiente filosófica reconozca a lo humano como ser con capacidad de trascendencia estética y ética, aunque lo consideran como una capacidad más que emerge de la materia. La ponencia se centró en la última convicción pues la complejidad humana es tal que el materialismo no es sino una forma de reduccionismo: no podemos negar el carácter físico del ser humano, pero nuestras experiencias hacen que sea imprescindible referirse a otras dimensiones de la persona.

El siguiente debate donde Torralba se adentró, fue en responder a las preguntas: “¿qué nos hace singulares? Supongamos que lo somos, ¿en qué lo somos?”, cogiendo un mayor nivel de complejidad. En los siglos XIX y XX los filósofos se centraban en la diferenciación cualitativa del hombre con el animal más allá de la antropología física y la genómica. Desde filósofos griegos a filósofos modernos se ha querido determinar qué tipo de ser es el ser humano a pesar de tener un parentesco con el resto de los seres de la Creación, qué diferencias y similitudes tiene. Por el contrario, el actual debate internacional y europeo ha ido un paso más allá con la entrada de la inteligencia artificial en la vida cotidiana. Este debate hombre-máquina no es ajeno a la antropología filosófica, explicó Torralba, pues ya filósofos del siglo XVI y XVII hablan del hombre con un ser autónomo, como una máquina que necesita gasolina para funcionar motora y psíquicamente, hasta al final apagarse con la muerte. Este debate rondaba a raíz de cuestiones si el ser humano era poco más que una máquina más compleja que las máquinas de vapor, por ejemplo. Actualmente, señaló el Dr. Torralba, la cuestión de la atribución de pensamiento a las máquinas con la expresión ‘thinking machine’, se utiliza muy a la ligera y abre la puerta a un debate recurrente sobre qué significa pensar, pues la máquina calcula: no piensa. Es demasiado sencillo identificar cálculo con pensamiento.

Sobre la singularidad humana el Dr. Torralba responde a la pregunta identificando tres elementos que, a su vez, rondan los dos debates mencionados con anterioridad. El primero es que el ser humano está dotado de lenguaje. Por tanto, es un animal lingüístico con capacidad de decir nuestro mundo interior y de decir el mundo que nos rodea. Esta potencia lingüística es la que nos habilita no sólo para poner nombre al mundo que nos envuelve, de apalabrar la realidad. En este mundo tenemos la voluntad de decirlo, de ponerle nombre, pero nunca lo acabamos de decir del todo, por tanto, el mundo no está dicho sino que lo estamos diciendo y cada vez descubrimos nuevas realidades que nos piden una nueva palabra porque requiere un ejercicio de enriquecer constantemente el lenguaje para poder decirlo. Considera, además, que esta capacidad tiene límites pues existen experiencias a las que el ser humano se enfrenta donde las palabras son insuficientes. En este sentido ha animado a la audiencia a seguir enriqueciendo el mundo interior y adquirir mayor capacidad para expresar estas experiencias con alta intensidad emocional.

La segunda característica es que el ser humano es un ser dotado de conciencia. En muchos debates que se producen entre el hombre-máquina aparece la conciencia como elemento diferencial, pero ¿qué es la conciencia? Para Torralba es una palabra riquísima filosóficamente hablando; cuando decimos conciencia hay un primer significado que es la conciencia existencial o saber que estoy, darte cuenta de que existes, porque una planta está pero no sabe que está, pero nosotros somos conscientes que somos y que no estaremos siempre; después está la conciencia moral donde Kant va profundizando mucho, la conciencia de que he transgredido la norma y he entrado en conflicto con el sistema de creencias emergente que genera una consecuencia muy emocional que es la culpa como también puede generar la serenidad de haber obrado correctamente. También habló de la conciencia histórica porque formamos parte de una historia, venimos de un pasado y observamos un futuro, lo que presupone un recuerdo que configura una identidad. Habló de la conciencia cósmica o la experiencia de formar parte de un todo inmenso llamado cosmos y sentir que estamos vinculados fraternalmente a todo, donde somos una partícula independiente de ese todo; y también de la conciencia de la llamada o conciencia teológica de escuchar una voz, la capacidad de establecer el diálogo con Dios y poder ser receptores de un llamamiento estableciendo un diálogo vertical con la divinidad a través de la oración. El último elemento diferencial es que el ser humano es un ser dotado de una libertad finita, pues en su existencia tiene muchos condicionamientos que no ha escogido y es a partir de éstos que debe ser capaz de elaborar un proyecto de vida y tener un propósito.

Torralba termina la ponencia diciendo que el ser humano es un ser transinstintivo que le otorga la capacidad de amar, de entender que puede obrar por un bien superior, olvidando o dejando de lado su instinto de supervivencia. Ya que es capaz de hacer una elección y caminar libremente, la angustia es una particularidad humana, pues ni el animal se angustia ni tampoco Dios pues Dios es plenitud o absolutez.

La segunda ponencia “Humanos, trashumanos y posthumanos. Crítica del transhumanismo” Torralba profundizó en la corriente del transhumanismo porque obliga a pensar qué somos en último término, hacia dónde vamos, siendo una ideología emergente queriendo ‘analizar qué tipos de interrogantes nos plantea. El transhumanismo no es una corriente que pueda calificarse sólo de filosófico, porque lo trasciende: reúne tecnólogos, físicos, ingenieros, biotecnólogos, y una serie de personas que no provienen del mundo de las letras. Es pues, un movimiento multidisciplinar, lo que le hace diferente a otros que ha habido a lo largo de la historia. Además, su foco es en ámbitos donde también se está desarrollando la tecnología de forma vertiginosa. La tesis básica es que el ser humano puede ser mejorado a través de las tecnologías: a través de la incorporación de tecnología en el cuerpo y sistema nervioso central, especialmente en el cerebro, mejorar las capacidades. Esto plantea dos visiones, una positiva (las utopías) y una negativa (las distopías). En la primera se habla del mejoramiento humano o del hombre aumentado que, a través de las tecnologías, se podrá aumentar las capacidades humanas y generar nuevas. Estas tesis suponen que no existen límites creando una serie de expectativas fundamentadas en el desarrollo tecnológico, pero también hay otras que no tienen bases garantistas. Torralba encabe la hipótesis más radical de la vida eterna, mediante la creación de órganos 3D por ejemplo, donde el ser humano tendrá la capacidad de decisión de no morir y permanecer indefinidamente. En la visión distópica hay que observar la destrucción masiva de puestos de trabajo, lo que generará mucho sufrimiento social hasta que no se produzca un ajuste.

Torralba habló de cuatro tipos de tecnologías que suponen alteraciones de la vida a través de elementos externos que permiten al ser humano esta mejora: las tecnologías que introducidas en el propio organismo producen cambios en el rendimiento, percepción, imaginación; las biotecnologías o tecnologías de la vida, aquellos artefactos y sustancias que alteran los procesos vitales; las tecnologías de la información y de la comunicación que generan grandes expectativas al abrir horizontes que nos hacen pensar que tenemos el don de la ubicuidad; y la robótica, destacando el caso de Japón, y el debate de las máquinas que cuidan a los seres humanos o robots sociales para paliar la pandemia de soledad.

Sobre el poder tecnológico y la idolatría de la tecnología Torralba pidió prudencia, pues cuando la tecnología es usada para corregir déficits humanos, es ético y aceptable, pero cuando hablamos de ensanchar los sentidos y potencias interiores debemos hablar de la regulación, el coste y la accesibilidad y la igualdad de condiciones poniendo sobre la mesa la competitividad de la persona. Una persona que puede asumir el coste por insertarse un chip que sólo leer ya lo memoriza y se presenta a unas oposiciones, tiene mucha más ventaja que aquella persona que ha pasado años estudiando y depende de su capacidad memorística sin adulterar, por ejemplo. En este caso hablamos de un trashumano contra un humano, pues con esta alteración llega a unas capacidades que sin la tecnología no podría adquirir. El ejemplo se enlazó con las tres etapas que analiza el transhumanismo: el humano, el trashumano y el posthumano siendo éste último un individuo tan modificado que no es comparable con un humano. Torralba recuperó las dudas iniciales sobre quiénes somos, qué significa mejorar y qué papel tiene la tecnología en el ser humano haciendo pensar sobre los límites de la tecnología y qué es lo que se define, qué es lo que si tocamos entonces dejamos de ser. humano. ¿Y si dejamos de ser humanos, entonces qué somos? ¿Qué características son esenciales que si ya no están ya no participa en la condición humana?

El elemento positivo del transhumanismo es ese afán de mejorarse, no estamos determinados a cómo somos y eso significa que podemos mejorar en todos los aspectos. Torralba tomó esta línea de pensamiento para defender que debemos mejorar y acoger la tecnología que facilite nuestras vidas, con visión crítica, teniendo en cuenta que esa crítica a la tecnología no se convierta en una tecnofobia. La cuestión está en determinar qué uso se hace y marcar bien los límites de lo que, cuando se ha traspasado, nos sitúa en terrenos peligrosos. Las críticas del transhumanismo van en el aspecto de la equidad o la justicia: no existe ética si no hay justicia. Quien tendrá y tiene acceso a esta tecnología de mejoras, tanto internas como externas, modificando la condición humana creando una casta superior ensanchando la distancia y rompiendo la cohesión, es una cuestión abierta. El uso de sustancias que nos mejoran emocionalmente tranquilizándonos es también un campo de debate en el ámbito de la bioquímica. Torralba reconoció que en ciertos aspectos la tecnología y la farmacología nos mejora, pero hablar de una mejora ética y espiritual está muy lejos de la realidad. Una sociedad que no acepta ningún límite (físico, emocional, estético, etc.), está abocada al neopalagialismo-tecnocrático entendidos como la concepción de que la salvación viene de nosotros y tenemos los instrumentos para hacerlo, por lo que no hace falta Dios ni la Gracia para que alguien nos salve: porque podemos alcanzar un supuesto cielo en la tierra mediante la tecnología. El transhumanismo tiene la idea de asumir en el mundo material mediante los instrumentos tecnológicos y farmacológicos, pero además fomenta el neognosticismo de tipo científico donde sólo algunos llegarán a conocer y resolver los dramas de los seres humanos a través del conocimiento dejando de lado mundo espiritual y Dios. Ante estas postulaciones, Torralba considera que en el transhumanismo existe un déficit de humildad y un pecado de soberbia.

En su última ponencia, “Llamados a trascendernos. Somos seres de frontera”, llevada a cabo después de comer, Francesc Torralba ofreció una conferencia de carácter sintético y recapitulador. Habló del término “frontera” como una expresión tomada al filósofo catalán Eugenio Trias, para quien el concepto de ‘frontera’ era muy importante definiendo el ser humano como un ser de frontera o colindante. ¿Qué significa eso de que estamos entre dos mundos? Tenemos una situación de indefinición entre dos mundos. Pascal nos habla de que estamos en medio de dos mundos y no formamos parte instalados en ninguno de los dos, de modo que en el mundo en que estamos no encontramos la plenitud que buscamos y buscamos encajar en el otro donde todavía no estamos.

Somos seres de frontera: entre la bestia (la materialidad) y el ángel; entre la temporalidad (nuestra finitud física) y la interporalidad (nuestro anhelo de trascender el tiempo y de eternidad); somos también seres limítrofes en otro sentido: podemos vivir hacia fuera o podemos vivir hacia adentro, donde se establece una relación diferente con nuestro ser, y cuando lo que vivimos fuera termina resonando dentro, y que es muy propia del ser humano. Otra frontera es la que se marca entre la acción y la contemplación (las personas que buscan modificar el exterior o simplemente observan, en una acción que se complementaría una de la otra. La que se establece entre las razones del corazón y las razones de la razón, donde debemos entender que somos seres en los que el corazón y la razón se complementan, y la última, la que hay entre cuerpo y espíritu.

También profundizó en la idea de trascender: ¿de qué hablamos cuando decimos que somos seres que trascendemos: qué quiere decir y cómo podemos explicarlo? Desgranó las diferentes formas de trascender: hacerlo vertical u horizontalmente: podemos hablar también de una trascendencia plena o una trascendencia vacía; pero siempre cabe preguntarse qué hay más allá. Ha explicado el trascender horizontalmente a través del trascender en el amor: más allá de los amigos y llegar a los enemigos; y en este sentido la trascendencia del ego, saliendo de uno mismo y hacerlo a través del amor a los demás. Trascender verticalmente es no creerse excesivamente las imágenes que nos hemos construido de Dios, porque Dios no cabe en ninguna de las representaciones que nos hacemos de él, acomodaticias y rígidas.

Concluyó esta jornada una ronda de preguntas finales de los asistentes y las palabras de clausura de Mons. Joan-Enric Vives, agradeciendo la gran acogida de las Jornadas y buen seguimiento a lo largo de los dos días.

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