Jornada de formación permanente de los sacerdotes y diáconos sobre el Sínodo

El día 16 de noviembre en el Seminario diocesano de La Seu d’Urgell tuvo lugar la 1ª Jornada de formación permanente del curso 2023-2024 para sacerdotes y diáconos de Urgell presididos por el Arzobispo Joan-Enric. La Jornada corrió a cargo del Obispo de Solsona, Mons. Francesc Conesa Ferrer.

Tras la oración inicial de la Hora Menor, el Arzobispo Vives compartió con los participantes las noticias relevantes de la vida diocesana y el estado de salud de algunos sacerdotes. A continuación, presentó al ponente, que destaca por ser miembro de la Comisión Episcopal de Doctrina de la Fe de la CEE desde marzo de 2017 y Presidente de la Subcomisión de Relaciones interconfesionales y diálogo interreligioso desde 2022. También es el Presidente del Secretariado Interdiocesano de Catequesis de Cataluña y las Islas Baleares. El día 7 de julio de 2023, el Santo Padre nombró al Obispo Francesc Conesa “Padre Sinodal” con motivo del Sínodo de Obispos en Roma para octubre de 2023 y octubre de 2024.

Mons. Conesa dividió su exposición en dos partes. En la primera, presentó el Proceso sinodal 2021-2024. Así, definió el Sínodo como un proceso que ha estado formado por diversas fases: la fase diocesana, la fase continental y la fase de la Iglesia Universal, con el objetivo de favorecer la escucha de todos los bautizados. Se realizó una consulta mundial sin precedentes a nivel diocesano/nacional y continental. El proceso de preparación del Sínodo, de dos años de duración, invitó a todos los católicos del mundo a identificar las áreas donde la Iglesia necesitaba prestar más atención y discernimiento. Esta información fue recogida y sintetizada por las Diócesis y después por las Conferencias episcopales, antes de ser llevada al nivel continental. Las síntesis de las conferencias episcopales y de las reuniones continentales fueron compartidas con la Santa Sede, y sirvieron de base para un documento de trabajo conocido como Instrumentum Laboris para la primera sesión de la asamblea general. Finalmente, en Roma del 4 al 29 de octubre de 2023 la Asamblea General del Sínodo incluyó a más de 450 participantes -363 de los cuales con derecho a voto- Más de una cuarta parte de los miembros del Sínodo no fueron Obispos, esto incluía laicos, que por primera vez tuvieron voto durante las deliberaciones sinodales. Destacó la presencia de religiosos y religiosas. Esta presencia de otros miembros, además de los obispos, en calidad de testigos del camino sinodal, fue apreciada pero queda abierta la cuestión de la incidencia de su presencia como miembros de pleno derecho sobre el carácter episcopal de la Asamblea. Algunos ven el riesgo de que la tarea específica de los obispos no se entienda adecuadamente. También será necesario aclarar en función de qué criterios se puede llamar a los miembros que no son obispos a formar parte de la Asamblea. El método que fue utilizado fue el de la conversación en el Espíritu con grandes ratos de oración y meditación antes de escuchar las aportaciones de los demás Padres sinodales. Sin embargo, el método de la conversación espiritual puede tener algunos peligros como el del excesivo subjetivismo, la falta de la confrontación con la Palabra de Dios y la conexión con las ciencias humanas. Los trabajos que se desarrollaron siguieron el trazado que ofrece el Instrumentum laboris, que invitaba a reflexionar sobre los signos característicos de una Iglesia sinodal y sobre las dinámicas de comunión, misión y participación que lo habitan.

 

En la segunda parte de su conferencia Mons. Conesa presentó doce ideas claves del Sínodo:

  1. Una Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha, acoge y acompaña. Vivir la misión de la Iglesia pide hoy un estilo de presencia, servicio y anuncio que busca construir puentes, cultivar la comprensión mutua y comprometerse en una evangelización que acompaña, escucha y aprende. Varias veces en la Asamblea ha resonado la imagen de «quitarse los zapatos» para ir al encuentro con el otro de igual a igual, como signo de humildad y respeto por un espacio sagrado.
  2. La importancia del bautismo y el sentido de la fe: el Bautismo, que es el principio de la sinodalidad, constituye también el fundamento del ecumenismo. A través de él todos los cristianos participan del “sensus fide” y por eso hay que escucharlos con atención, independientemente de su tradición, tal y como ha hecho la Asamblea sinodal en su proceso de discernimiento. No puede haber sinodalidad sin la dimensión ecuménica.
  3. La mujer en la Iglesia: Muchas mujeres han expresado un profundo agradecimiento por la labor de sacerdotes y obispos, pero también han hablado de una Iglesia que hiere. Clericalismo, machismo y un uso inadecuado de la autoridad siguen desfigurando el rostro de la Iglesia y dañan la comunión.
  4. Corresponsabilidad diferenciada: el ejercicio de la corresponsabilidad es esencial para la sinodalidad y es necesario en todos los niveles de la Iglesia. Cada cristiano es una misión en ese mundo. Hombres y mujeres están llamados a una comunión caracterizada por una corresponsabilidad no competitiva, que debe encarnarse a todos los niveles de la vida de la Iglesia.
  5. La autoridad como servicio: en una Iglesia sinodal, los ministros ordenados están llamados a vivir su servicio al Pueblo de Dios en una actitud de proximidad a las personas, de acogida y escucha de todos y cultivar una profunda espiritualidad personal y una vida de oración. Sobre todo, están llamados a repensar el ejercicio de la autoridad según el modelo de Jesús «siendo de condición divina, […] se despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo» (Fl 2,6 -7). La Asamblea reconoce que muchos presbíteros y diáconos hacen visible con su dedicación el rostro de Cristo Buen Pastor y Siervo.
  6. Participación real y efectiva de todos los bautizados en la vida de la Iglesia: como miembros del Pueblo fiel de Dios, todos los bautizados son corresponsables de la misión, cada uno según su vocación, con su experiencia y competencia; por tanto, todo el mundo contribuye a imaginar y decidir pasos de reforma de las comunidades cristianas y de toda la Iglesia, para que ésta experimente «la dulce y reconfortante alegría de evangelizar». La sinodalidad, en la composición y en el funcionamiento de los organismos en los que se encarna, tiene como finalidad la misión.
  7. Todos discípulos, todos misioneros: Todos discípulos, todos misioneros, en la vitalidad fraterna de las comunidades locales que experimentan la dulce y reconfortante alegría de evangelizar. El ejercicio de la corresponsabilidad es esencial para la sinodalidad y es necesario en todos los niveles de la Iglesia. Cada cristiano es una misión en ese mundo.
  8. Formarse para la sinodalidad y la misión: Son muchos los ámbitos en los que se produce la formación del Pueblo de Dios. Además de la formación teológica, se ha mencionado la relativa a una serie de competencias específicas: el ejercicio de la corresponsabilidad, la escucha, el discernimiento, el diálogo ecuménico e interreligioso, el servicio a los pobres y el cuidado de la casa común, el compromiso como «misioneros digitales», el de facilitadores de los procesos de discernimiento y conversación en el Espíritu, la construcción del consenso y la resolución de los conflictos. Se debe prestar especial atención a la formación catequética de los niños y de los jóvenes, que debería comportar la participación activa de la comunidad.
  9. Los sacramentos de iniciación cristiana: Los sacramentos de la iniciación cristiana confieren a todos los discípulos de Jesús la responsabilidad de la misión de la Iglesia. Laicos y laicas, consagradas y consagrados, y ministros ordenados tienen la misma dignidad. Han recibido diferentes carismas y vocaciones, y desempeñan roles y funciones diferentes, todos llamados y alimentados por el Espíritu Santo para formar un solo cuerpo en Cristo. Todos discípulos, todos misioneros, en la vitalidad fraterna de las comunidades locales que experimentan la dulce y reconfortante alegría de evangelizar.
  10. Poner a los pobres en el centro: En los pobres, la comunidad cristiana encuentra el rostro y la carne de Cristo que, a pesar de ser rico, se hizo pobre por nosotros, para que fuéramos ricos por su pobreza (cf. 2Co 8, 9). Está llamada no sólo a estar cerca, sino a aprender de ellos. Si hacer Sínodo significa caminar juntos con Aquel que es el camino, una Iglesia sinodal debe poner a los pobres en el centro de todos los aspectos de su vida: a través de sus sufrimientos conocen directamente a Cristo que sufre (cf. Evangelii gaudium 198). El parecido de su vida con el del Señor hace de los pobres anunciadores de una salvación recibida como don y testimonios de la alegría del Evangelio.
  11. Unidad en la diversidad de culturas: Desde la Eucaristía aprendemos a articular unidad y diversidad: unidad de la Iglesia y multiplicidad de las comunidades cristianas; unidad del misterio sacramental y variedad de las tradiciones litúrgicas; unidad de la celebración y diversidad de las vocaciones, de los carismas y de los ministerios. Nada mejor que la Eucaristía muestra que la armonía creada por el Espíritu es uniformidad y que todo don eclesial está destinado a la edificación común.
  12. Espiritualidad de comunión: A partir de la utilización que Pablo hace del término “koinonia” (cf. 1Co 10,16-17), la tradición cristiana ha custodiado la palabra «comunión» para indicar al mismo tiempo la plena participación en la Eucaristía y la naturaleza de las relaciones entre los fieles y entre las Iglesias.

 

Por último Mons. Conesa presentó algunas cuestiones disputadas en el Sínodo:

  1. Profundización en la noción de sinodalidad: Se propone promover, en un foro adecuado, el trabajo teológico de profundización terminológica y conceptual de la noción y de la práctica de la sinodalidad antes de la segunda sesión de la Asamblea, aprovechando el rico patrimonio de estudios posteriores al Concilio Vaticano II y, en particular, de los documentos de la Comisión teológica internacional sobre La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia (2018) y El “sensus fidei” en la vida de la Iglesia (2014).
  2. La relación entre sinodalidad y colegialidad: Partiendo del trabajo de reflexión ya realizado, es necesario aclarar el significado de la sinodalidad a diferentes niveles, del uso pastoral hasta el teológico y canónico, evitando el riesgo de que suene demasiado vago o genérico , o que aparezca como una moda pasajera. De igual modo, se considera necesario aclarar la relación entre sinodalidad y comunión, así como entre sinodalidad y colegialidad.
  3. Encargos eclesiales encomendados a los laicos: El Vaticano II y el magisterio posterior presentan la misión distintiva de los laicos en términos de santificación de las realidades temporales o seculares. Sin embargo, en la concreción de la práctica pastoral, a nivel parroquial, diocesano y, recientemente, también universal, las tareas y los ministerios dentro de la Iglesia son, cada vez más, confiados a laicos. La reflexión teológica y las disposiciones canónicas deben conciliarse con estos importantes desarrollos y comprometerse para evitar dualismos que podrían comprometer la percepción de la unidad de la misión de la Iglesia.
  4. Ministerios en una Iglesia ministerial.
  5. La maduración del sentido de la fe: La maduración del sensus fidei pide no sólo haber recibido el Bautismo, sino también desarrollar la gracia del sacramento en una vida de auténtico discipulado, que permita discernir la acción del Espíritu de lo que es expresión del pensamiento dominante, fruto de los condicionantes culturales o, en cualquier caso, no coherente con el Evangelio. Éste es un tema para profundizar con una adecuada reflexión teológica.
  6. El acceso de las mujeres al diaconado: Las incertidumbres en torno a la teología del ministerio diaconal se deben también a que en la Iglesia latina se ha restablecido como nivel propio y permanente de la jerarquía sólo a partir del Concilio Vaticano II. Una reflexión más profundizada al respecto también permitirá iluminar la cuestión del acceso de las mujeres al diaconado.
  7. El celibato de los sacerdotes de rito latino: Se han expresado diferentes valoraciones sobre el celibato de los sacerdotes. Todos aprecian su valor cargado de profecía y el testimonio de conformación con Cristo; algunos preguntan si su conveniencia teológica con el ministerio presbiteral debe traducirse necesariamente en la Iglesia latina en una obligación disciplinaria, sobre todo allí donde los contextos eclesiales y culturales lo hacen más difícil. Éste no es un tema nuevo y pide una consideración posterior.
  8. La identidad de género y la orientación sexual: Algunas cuestiones, como las relativas a la identidad de género y la orientación sexual, el fin de la vida, las situaciones matrimoniales difíciles, los problemas éticos relacionados con la inteligencia artificial, son controvertidas no sólo en la sociedad, sino también en la Iglesia, porque plantean cuestiones nuevas. En ocasiones, las categorías antropológicas que hemos desarrollado no son suficientes para captar la complejidad de los elementos que surgen de la experiencia o del conocimiento científico y piden un perfeccionamiento y un estudio posterior. Es importante dedicar el tiempo necesario a esta reflexión e invertir las mejores energías, sin ceder a juicios simplificadores que hieren a las personas y al cuerpo de la Iglesia.

 

Las preguntas de los participantes al ponente y una comida de hermandad en el Seminario diocesano concluyeron la gozosa Jornada formativa.

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