El Arzobispo Joan-Enric presidió la solemnidad litúrgica en el Hogar de San José de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de La Seu d’Urgell que celebraron la fiesta de su patrón y protector. La novena que se fue celebrando cada tarde en los días anteriores fue preparando la fiesta. Concelebraron con el Arzobispo los Vicarios Generales, Mn. Mauri y Mn. Navarri, y el Secretario general Mn. Codina, así como los dos sacerdotes que residen en el Hogar habitualmente, Mn. Baró y Mn. Rourera.
Al inicio de la celebración de la Misa la Madre Superiora del Hogar, Sor Rosario Fernández, dirigió unas palabras de bienvenida a los residentes y quiso encomendar de una manera especial a los seminaristas y sus formadores en ese día en que se celebraba el Día del Seminario.
En su homilía el Arzobispo Joan-Enric animó a imitar la fe de San José que lo hizo capaz de confiar en María y creer que Dios podía haber actuado en ella concibiendo a Jesús sin intervención humana. Destacó cómo fue importante la figura de San José como padre de Jesús para ayudarle a crecer en su infancia y adolescencia y ser para él un auténtico padre. José es el instrumento fiel y dócil a la voluntad de Dios que hace posible la inserción del hijo de María en el linaje de David. La misión de San José, sin embargo, no es sólo que Jesús reciba de él la descendencia de David. En la cultura hebrea de aquel tiempo, el padre era el encargado de educar al hijo, de enseñar a orar y a conocer las Escrituras para poder cumplir la voluntad de Dios. De la mano de José, Jesús aprendió a sentirse miembro del Pueblo de la Alianza y relacionarse con los demás. De José, todavía, Jesús aprendió a trabajar manualmente, a conocer la dificultad del día a día. En esta educación, Maria colaboraba con su solicitud maternal y con el ejemplo de una mujer según el corazón de Dios. De ambos, Jesús aprendió a contemplar la belleza de los campos de Galilea con la hermosura de sus flores y con el vuelo y el canto de los pájaros del cielo. Y, en su humanidad, aprendió a descubrir el amor del Padre y su solicitud para la creación (Mt 6, 26-29). Alabemos, pues, el hombre justo y bueno que fue José. Alabemos a Dios que le confió una vocación tan sublime y delicada como la de introducir a Jesús en el linaje de David y de formarlo humanamente. La personalidad humana de Jesús debe mucho, también psicológicamente, a la manera de ser de San José.
En las oraciones se encomendó especialmente a los seminaristas y sus formadores y se rezó para que Dios bendiga a su Iglesia con el don de nuevas vocaciones.
Una comida de hermandad en el Seminario diocesano de Urgell con los sacerdotes residentes cerró la gozosa jornada festiva de SanJosé.