La comunidad cristiana, que no puede permanecer indiferente ante tan dramáticas situaciones, advierte el imperioso deber de intervenir. La Iglesia, de hecho, como he escrito en la encíclica Deus caritas est, “es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario” (25, b). Auguro por tanto, que también la Jornada Mundial del Enfermo ofrezca la oportunidad a las comunidades parroquiales y diocesanas de tomar cada vez más conciencia de ser “familia de Dios”, y las anime a hacer perceptible en los pueblos, en los barrios y en las ciudades el amor del Señor, que pide “que en la misma Iglesia, en cuanto familia, ningún miembro sufra porque pasa necesidad” (ibid.). El testimonio de la caridad formar parte de la vida misma de cada comunidad cristiana. Y desde el principio la Iglesia ha traducido en gestos concretos los principios evangélicos, como leemos en los Hechos de los Apóstoles. Hoy, dadas las nuevas situaciones de la asistencia sanitaria, se advierte la necesidad de una más estrecha colaboración entre los profesionales de la salud que trabajan en las distintas instituciones sanitarias y las comunidades eclesiales presentes en su territorio. En esta perspectiva se confirma en todo su valor una institución relacionada con la Santa Sede, como es el Hospital Pediátrico Niño Jesús, que celebra este año sus 140 años de vida.