La Candelaria: fiesta de la luz y de la vida

Cuarenta días después de la Navidad, la Iglesia celebra la fiesta de la Presentación del Señor, también llamada popularmente La Candelaria o fiesta de la Luz, por la procesión con cirios, fiesta que hoy tiene preferencia litúrgica sobre el domingo. Es una fiesta en el pico del invierno muy arraigada socialmente, con diferentes tradiciones de piedad popular en muchos pueblos de nuestro país y también asociada a muchos dichos y refranes. Es, de alguna forma, la fiesta que marca el final del ciclo de Navidad y tradicionalmente es la fecha para desmontar y guardar el pesebre. Asimismo, en esta fecha agradecemos el don eclesial de la vida consagrada -monjes, religiosos y laicos consagrados-, que tanto fruto han aportado, y también es la fiesta patronal del Movimiento «Vida creciente», que moviliza a los jubilados cristianos y les anima al testimonio con su fraternidad y acción apostólica comprometida.

La fiesta fue instituida ya en el siglo V, conmemorando los hechos narrados en el Evangelio de Lucas (2,22-40) cuando la Virgen María, cuarenta días después del nacimiento de Jesús y siguiendo un ritual preceptivo de la tradición judía, unida a José, presentó a su hijo primogénito en el Templo de Jerusalén para consagrarlo al Señor, y ella siguió el ritual obligado de su purificación. Ese día, dos sabios ancianos, Simeón y Ana, acogieron a Jesús como la Luz de los pueblos y el Salvador esperado por Israel. Esta festividad celebra, por tanto, que la luz divina, que es Cristo, Dios y hombre, se ha manifestado en el mundo y ha sido transmitida a los fieles por el sacramento del Bautismo. La procesión con las velas es un signo de la vida cristiana, vista como camino iluminado por la luz de Cristo. Somos gente de luz, que queremos que ilumine todo el mundo, todos los rincones en los que todavía haya incertidumbres y oscuridades, y todas las dimensiones de la existencia humana.

Esta fiesta expresa también la grandeza de la maternidad ya que “dar nacimiento” decimos que es “dar a luz”, maternidad de la que María es referente y modelo. Nacer es recibir de Dios la vida, el mayor don y el más fundamental. La fiesta de la Candelaria nos ayuda a tomar conciencia y a celebrar el gran don que es transmitir la vida a través de la fecundidad del amor entre el hombre y la mujer, el don de la maternidad y de la paternidad, como expresión profunda del amor, reflejo del Amor de Dios. Estamos llamados a engendrar vida, a pesar de que la civilización actual tiene la tentación de olvidarlo. En su Mensaje para el año jubilar 2025, dedicado a la esperanza, el Papa Francisco lamenta la pérdida del deseo de transmitir la vida en muchas personas, debido a diferentes dificultades y circunstancias sociales, con la consiguiente reducción de la natalidad. Él afirma que mirar el futuro con esperanza reclama tener “una visión de la vida llena de entusiasmo por compartirla con los demás”, porque “la apertura a la vida con una paternidad y maternidad responsables es el proyecto que el Creador ha inscrito en el corazón y en el cuerpo de los hombres y las mujeres, una misión que el Señor confía a los esposos y a su amor”. Por eso, pide que “además del compromiso legislativo de los Estados, haya un apoyo convencido por parte de las comunidades creyentes y de toda la comunidad civil en todos sus componentes, porque el deseo de los jóvenes de engendrar nuevos hijos e hijas, como fruto de la fecundidad de su amor, dé una perspectiva de futuro a toda la sociedad y sea un motivo de esperanza: porque depende de la esperanza y genera esperanza”.

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