Somos Iglesia enviada a la misión

Desde la Ascensión de Jesús al cielo, fiesta que hoy celebramos con mucha alegría, Jesucristo envía a sus Apóstoles y la primera Iglesia para que el mundo crea, reciba el anuncio del Evangelio, proclame la muerte redentora del Señor hasta que vuelva, y trabaje con esperanza por el Reino de Dios, acogiendo su manifestación gloriosa. Somos testigos de la Resurrección de Jesucristo, y no podemos quedarnos mirando al cielo, inactivos. Hemos sido enviados a todo el mundo, a todas las periferias de la historia humana, para ser luz y sal, para que el amor se implante en una nueva civilización de paz y bondad. Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva…

¡Qué grande es vivir y manifestar a todos la belleza de la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre como nosotros para salvarnos, y el gozo de la comunión eclesial entre todos sus discípulos! Como nos dicen los Hechos de los Apóstoles: “Recibiréis una fuerza que os hará mis testigos hasta los extremos de la tierra… Todos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles y en vivir en comunión fraterna, en el partir del pan y en asistir a las plegarias… La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch 1,8; 2,42; 4,32). Debemos proponernos vivir las tres grandes dimensiones eclesiales: Anunciar la Palabra, Celebrar los Sacramentos, Servir con amor a todos los hermanos y Testimoniar la fe.

Por una gracia inmerecida de Jesucristo, nosotros, hoy y en Urgell, somos la Iglesia santa, el Cuerpo de Cristo, el Pueblo santo de Dios siempre en camino para anunciar las maravillas del amor de Dios a todos los hombres y mujeres, hermanos nuestros. Siguiendo la enseñanza del Papa Francisco y en comunión católica con él, podemos creer que la Iglesia es la familia de Dios, que tiene un proyecto de amor misericordioso para la humanidad. El plan de Dios es «hacer de todos nosotros la única familia de sus hijos, en la que cada uno sienta su cercanía y su amor, el calor de ser familia de Dios. En este gran diseño tiene su origen la Iglesia, que no es una organización nacida de un acuerdo entre varias personas, sino una obra de Dios que nace de ese amor y que se realiza progresivamente en la historia», así lo explicaba en una de sus primeras Catequesis el 29.5.2013. La Iglesia nace del deseo de Dios de llamar a todas las personas a la comunión con Él, a su amistad; más aún, a participar como hijos suyos de su misma vida divina.

Debemos salir a la plaza pública, para explicar quiénes somos y a qué nos dedicamos, siempre con respecto y agradecimiento, reviviendo el gozo de la fe a través de los sencillos testimonios de nuestra vida cristiana. Así atraeremos hacia Cristo, exponiendo la fe que se propone pero no se impone, y afianzando el compromiso de la misión. Desde la Ascensión del Señor, y día tras día, con su acompañamiento, tenemos una misión ineludible confiada por Jesús a la Iglesia y a cada cristiano, puesto que ese tesoro de la fe y el conocimiento de Jesucristo que nos salva, no es sólo para nosotros solos, sino para todos, y para todas las generaciones, hasta el fin del mundo. Que muchos, todos, por nuestros pueblos y ciudades, por las “periferias existenciales” de Urgell, puedan unirse a nosotros, para ser juntos el Pueblo santo de Dios en camino hacia la eternidad. Todos deben poder decir “¡mirad cómo se aman!”. Jesús no nos ha abandonado, nos acompaña, lo sentimos y sabemos, y por su Espíritu nos va guiando hacia Dios, que es la plenitud.

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