El sábado 4 de junio y domingo día 5, en la Catedral de Santa María de La Seu d’Urgell, el Arzobispo de Urgell administró el sacramento de la Confirmación a 29 jóvenes de la Parroquia, dentro de la Eucaristía de la solemnidad de Pentecostés y algunos adultos. Estaba acompañado del Rector de la Parroquia y Vicario General, Mn. Ignasi Navarri y de Mn. David Codina, por el diácono Antoni M. Serra, y por los catequistas que se habían encargado de la formación de los jóvenes.
El domingo de Pentecostés, Pascua granada, el Espíritu Santo es infundido sobre los apóstoles y les renueva y vivifica: pasan de ser miedosos y de estar encerrados por la muerte de Jesús, a ser testigos valientes de su resurrección. El Arzobispo glosó las lecturas de la Palabra de Dios proclamadas en la solemnidad de Pentecostés y animó a los jóvenes confirmandos a ser testigos valientes de Jesús en sus ambientes ya que ese día recibían la plenitud del Espíritu Santo, que ya les había sido dado por el bautismo, pero que hoy recibían con toda plenitud. Por eso les animó a abrirse al don del sacramento de la confirmación y a recibirlo con espíritu de acogida, cuidando y velando siempre por la dimensión espiritual de sus vidas, y no abandonando nunca la fe confiada. Mons. Vives les subrayó cómo la fuerza del Espíritu Santo renueva toda la Iglesia y la humanidad, y nos permite hablar el lenguaje común y universal del amor, capaz de superar la división de las lenguas, del egoísmo, de las divisiones, enfrentamiento y guerra, y recrear la fraternidad.
Exhortó a los jóvenes confirmandos a ser constructores de unidad, de comunión y de paz luchando siempre contra el odio y la división, contra el Maligno, y les animó a confiar en el Espíritu Santo, el Defensor, con tal de hacerlo. Finalmente recordó cómo los padrinos debían ser ayuda y apoyo, puntal, para los jóvenes a lo largo de toda su vida, por el vínculo y relación especial que se creaba con sus ahijados, a partir de ese día y cómo el Espíritu Santo que recibían los jóvenes confirmados por la imposición de manos del obispo y la unción con el Santo crisma debía ser como un sello, marca, tatuaje, sfraguís, que los acompañara siempre y se fuera desplegando a medida que los jóvenes iban haciéndose grandes y madurando en santidad.
Al final de la Misa la parroquia regaló a los jóvenes un recordatorio de ese compromiso de fe que tomaban con la Confirmación y el Arzobispo un ejemplar del Nuevo Testamento para que la Palabra de Jesús les sea luz. Les pidió que leyeran cada día un fragmento breve. Estos 29 jóvenes se añadieron a los 4 adultos que ya habían recibido la confirmación durante la Vigilia Pascual.