Nos fortalece el testimonio de los mártires

Hoy día 13 de agosto, se cumplen 87 años que en Salàs de Pallars, fueron fusilados por su fe y por ser sacerdotes, durante la persecución religiosa de la guerra civil española, 7 presbíteros diocesanos de Urgell, y hoy conmemoramos su memoria litúrgica. Son los testigos fieles que creyeron y fueron perseverantes. Dios nos los ha dado, beatificados, como intercesores en los combates. Son los queridos beatos Josep Tàpies, Pasqual Araguàs, Silvestre Arnau, Josep Boher, Francesc Castells, Pere Martret y Josep-Joan Perot, que nuestra Diócesis engendró a la fe y consagró con el sacerdocio, y ahora rezan por nosotros y son un faro de luz para nuestro tiempo. Como decía el Papa Benedicto XVI, “hoy la verdadera fuerza de convicción de la fe viene nuevamente de sus testigos”. En tiempos de increencia y en una sociedad que ve como se le va imponiendo una cultura laicista, indiferente y a veces contraria a los valores y a la antropología cristianas, es necesario revalorizar la verdad, la firmeza y la autenticidad de los compromisos tomados en la vida. Estamos demasiado instalados en la precariedad de las decisiones, y parece lo normal la infidelidad a los compromisos. Dios es fiel y espera nuestra fidelidad, que es la permanencia en el amor. El Papa Francisco alerta ante las tres grandes tentaciones del diablo a Jesús: “sobre el pan y lo material; sobre el espectáculo y el éxito; y la apostasía, la adoración de los ídolos” (cf. Mt 4,1ss). Tentaciones cotidianas para los cristianos. Debemos guiarnos por el poder del Espíritu Santo. Si no, caeremos en la tibieza religiosa que lleva a la mundanidad, que Jesús llamaba hipocresía.

Recibir el gran don de la fe por el bautismo es un compromiso irrevocable de Dios misericordioso para con cada cristiano, que reclama una respuesta también irrevocable y fiel del creyente. Nuestra vinculación a Cristo la llamamos “fidelidad” y esto significa no sólo perdurar, sino mantener un espíritu atento para crecer en la fidelidad continuamente, sin medias tintas. Puesto que Dios es fiel en el amor, queremos acoger con agradecimiento ese amor y dar frutos, en el tiempo. Habrá que estar atentos a las “patologías” de la fidelidad como son la doble vida, la insensibilidad, la mediocridad, las ambigüedades, las intermitencias sin estabilidad, o la perseverancia sin santidad, sin radicalidad evangélica comprometida. Nos ayudará la contemplación de la fidelidad de Cristo al Padre y la atracción del testimonio de Josep Tàpies y de sus compañeros sacerdotes mártires de La Pobla de Segur. No eran unos héroes, sino hombres como nosotros, sacerdotes de nuestras tierras, pero creyeron y se abrieron a la gracia de Dios que les sostuvo. Ahora son intercesores y modelos en los combates de la vida. Pidámosles la fidelidad en la fe y en nuestros compromisos, que es lo que dará credibilidad a nuestro testimonio perseverante y fiel de Jesucristo.

Abrámonos al don del Espíritu Santo que nos hace fieles. Sin Él no podríamos hacer nada y todo resultaría estéril. Necesitamos profundizar en la fidelidad evangélica, hecha de humildad, porque el cristiano se sabe débil pero no se instala ni se conforma con la debilidad; fidelidad hecha de crecimientos pequeños pero constantes; hecha de pequeñas fidelidades diarias pero que constituyen los grandes compromisos de nuestras vidas; y, sobre todo, hecha de acogida de la gracia de Dios, que evitará que caigamos en la tentación del cansancio y el desánimo, o en la angustia por creer que todo depende de nosotros solos. ¡Los mártires nos fortalecen y ayudan desde el cielo!

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