La Jornada diocesana se inició con la oración y con las palabras de presentación del Arzobispo que aprovechó el momento para agradecer la buena asistencia de catequistas, y señalando que ser catequista es una hermosa misión, una inmensa responsabilidad de representar a Cristo el sirviente, como un amigo, como un confidente cercano en medio de la comunidad. Los catequistas son cooperadores de los sacerdotes, que educan y acompañan a las personas, familias y grupos. Son misioneros y por lo tanto no vale lamentarse de las dificultades. Mons. Vives animó a los catequistas a trabajar con los que nos han sido dados y hacerlos crecer, remarcando que confiar sus hijos a la catequesis hay una gran confianza de los padres en ellos y en la Iglesia. También, Mons. Vives, habló del momento en el que está inmersa la Iglesia, porque es un momento en el que las heridas y los escándalos creados por algunos sacerdotes nos están obligando a ser más humildes y pedir perdón. Pidió a los catequistas ser especialmente cuidadosos porque tratan con los más pequeños, los más frágiles, los más inocentes. Pidió una actitud de penitencia y de oración por las víctimas de los abusos. Finalmente animó a los catequistas a salir a sembrar con alegría y fe, porque la semilla del Evangelio es muy buena y cooperamos con el Sembrador primero que es el Cristo.
Mn. Ramon M. Bosch inició su ponencia poniendo énfasis en la alegría de ser cristiano. Para él, el acompañamiento se puede coger desde muchos puntos de vista, para que en el mundo de la catequesis todos nos acompañamos: los catequistas, los niños, las familias. Él se centró en las familias, más del 50% de nuestra labor como catequistas debería ser acompañamiento de las familias, para que a través de ellas es más fácil llegar a los niños ya sus. Ante los retos actuales, aunque nos sentimos desnudos, encontramos un mundo nuevo que nos ofrece oportunidades. Debemos tener confianza porque nuestro Dios nos sigue ofreciendo esperanza y no nos deja nunca.
Sugirió para el acompañamiento de las familias y los niños una serie de puntos claves: conversaciones de tú a tú, encuentros espontáneos, diálogos en diferentes formas… y disponer de los sacerdotes, de los obispos, de los delegados porque pueden aportar apoyo y estructura.
Describió el ambiente en que hoy se debe trabajar: un ambiente más descristianizado, y en muchos casos sin experiencia previa de Jesucristo. Subrayó cómo más allá de los conceptos hay que evangelizar actitudes y siempre con el testimonio personal coherente.
Hay que hacer una comunidad acogedora también en la catequesis donde los recién llegados no sean puramente burocráticamente acogidos sino sobre todo se sientan acogidos de forma integral, con calidez, preocupándonos por sus necesidades concretas. Y finalmente animó a generar experiencias de fe que tengan contenido catequético: intentando que el niño o niña tenga un marco experiencial con Jesucristo en una relación personal y llena de felicidad y naturalidad.
La jornada concluyó con la celebración de la Eucaristía en la iglesia del Seminario diocesano de Urgell, en la cual los catequistas renovaron su compromiso catequético y donde el Sr. Arzobispo les renovó la misión y les impartió una bendición para que pudieran ejercer bien su ministerio como catequistas y su misión de evangelizar a los niños y las familias. También se entregó a los catequistas «la agenda del catequista».
Mons. Vives agradeció la labor que llevan a cabo los catequistas de forma desinteresada y gratuita y los animó a poner sobre la mesa de la Eucaristía a cada niño que catequizar durante el presente curso. Una comida de hermandad compartida en la residencia de la Sagrada Familia de Urgell cerró la gozosa jornada.