En octubre pasado, el Papa Francisco hizo pública una Carta relevante sobre el cambio climático, Laudate Deum, donde afirmaba que, por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, ya tenemos aquí los signos del cambio climático , y cada vez son más patentes. «Ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático (…) Es una inusual aceleración del calentamiento, con tal velocidad que basta con una sola generación —no siglos ni milenios— para constatarlo”. La sequía es uno de esos fenómenos que ahora sufrimos nosotros, como en tantos otros lugares del mundo. Y el Papa se dirigía de manera particular a los creyentes, para recordarles que es necesario que asuman su responsabilidad y, entre todos, intentar crear una nueva cultura del uso del agua. Debemos cuidar de la tierra, maravillosa creación de Dios, que nos ha confiado generosamente y a la que estamos profundamente vinculados. Esto nos pide iniciar «un camino de reconciliación con el mundo que nos acoge y hacer nuestra aportación, para embellecerlo». En este camino, aun sabiendo que el cambio climático necesita medidas políticas nacionales e internacionales, nos recordaba que es también indispensable “cambiar el estilo de vida irresponsable, propio del modelo occidental, contaminando menos, reduciendo los residuos, consumiendo con prudencia” y promoviendo así una nueva cultura que producirá sus efectos a largo plazo. Y ahora en esta sequía tan devastadora que estamos sufriendo, debemos reaccionar con un uso responsable del agua, que es un bien escaso.
En este sentido, el viernes día 2 se hizo pública una declaración de los Obispos de Cataluña donde fundamentalmente constatábamos que, al no llover suficientemente ni con regularidad y cantidad, la falta de agua y las restricciones afectarán a muchas poblaciones que ven limitado el uso de agua para la vida cotidiana, así como para la industria, la ganadería o la agricultura con consecuencias graves para todos. Los agricultores ya han hecho sentir sus reivindicaciones que por otra parte son justas. Es necesario un compromiso personal por parte de todos, para convertirnos en más conscientes del valor y la necesidad del agua, y del compartir solidariamente este bien tan precioso.
De diversas maneras, en todas las Diócesis de Catalunya, se han ido haciendo rogativas a Dios, con perseverancia, pidiendo el don de la lluvia que tanto necesita el país. Nuevamente ahora los Obispos de Cataluña invitan a los cristianos a intensificar esta petición, personal y comunitariamente, confiando en que el Padre celestial “dará cosas buenas a quienes se las pidan” (Mt 7,11).
Los Obispos invitaban también a todos los ciudadanos de Cataluña, a valorar el don preciado del agua y a hacer un uso responsable de la misma, como una expresión más del compromiso por la conservación de la naturaleza, llevando adelante una verdadera ecología integral. El clamor de los agricultores y ganaderos así como la sequía deben convertirse en una oportunidad para vivir más conscientemente la austeridad en el estilo de vida, el valor del sacrificio personal, la generosidad, y sobre todo la solidaridad con quienes cuidan el campo y el ganado, y el compartir entre comarcas y ciudades del país.