El sábado 3 de junio, Solemnidad de la Santísima Trinidad, el Arzobispo de Urgell administró el sacramento de la Confirmación a 10 jóvenes de Ponts y 2 jóvenes de la Baronía de Rialb, en la iglesia parroquial de Santa María de Ponts.
La gozosa celebración de las confirmaciones se inició con un encuentro del Arzobispo con los confirmandos en la sala parroquial, acompañados de sus dos catequistas, con un momento de conocimiento y de intercambio previo de los confirmandos con el Arzobispo antes de recibir el sacramento, que les permitió un mejor conocimiento y confianza mutua.
Posteriormente tuvo lugar la celebración de la Eucaristía presidida por el Arzobispo Joan-Enric y concelebrada por el Rector, Mn. Pere Morales, y por Mn. David Codina. Solemizó los cantos la coral parroquial de Ponts.
En su homilía el Arzobispo glosó las lecturas de la Palabra de Dios proclamadas en la solemnidad de la Santísima Trinidad. En la primera lectura del libro del Éxodo, Dios es presentado como «Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, y rico en clemencia«. Ante las falsas o deformadas imágenes que podamos tener de Dios, el Arzobispo insistió en que nuestro Dios, Trinidad, es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y es definido como el Amor, misericordioso y compasivo. Dios siempre es mucho mayor que lo que podamos llegar a definir y entender de Él, y muchas veces sólo podemos definirlo desde una teología negativa: lo que no es Dios más que lo que es. Pero podemos estar seguros de que el Dios cristiano es misericordia y amor. No un amor superficial y banal de palabras sino un Dios que es amor de obras y que por las obras le mostraremos.
Dirigiéndose a los jóvenes confirmandos les recordó cómo siendo pequeños habían sido bautizados en el nombre de la Santísima Trinidad: Los sacerdotes nos dicen. «yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» y cómo la señal de la cruz y la invocación a la Trinidad, nos acompaña durante toda la vida de cristianos. Quien vive marcado por este convencimiento de fe, que Dios es amor, hace realidad lo que San Pablo proclamaba a los cristianos de Corinto en la segunda lectura: “alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros”. El Arzobispo animó a los jóvenes a no perder nunca la ilusión, la alegría y la felicidad de sentirse muy queridos por Dios para no caer en los desánimos y las frustraciones, y exhortó a los padres, educadores y formadores de los jóvenes a educarlos en los valores cristianos más importantes: la fe y la bondad, ser buenas personas. Por eso Mons. Vives animó a los jóvenes a preguntarse «¿qué quiere Dios de mí?» para descubrir su vocación última y definitiva que, más allá de un trabajo concreto, debe ser la bondad: amar y ser amados, amar a Dios y sentirse toda la vida amados por él.
Al final de la Misa el Arzobispo regaló a los jóvenes un Nuevo Testamento recordándoles que era un libro «peligroso», ya que en muchos lugares no podía ser ni leído porque no gozaban de libertad religiosa y también porque podía cambiarles su vida de forma radical.