Comienza un nuevo curso pastoral. Os pido que todos pongamos de nuevo nuestra esperanza en la acción poderosa de Dios, callada y misteriosa, pero siempre eficaz. “Sin Él no podemos hacer nada” (cf. Jn 15,5). Es en Él, por tanto, en quien confiamos a la hora de recomenzar la vida pastoral de las parroquias y de la Diócesis, recordando que Jesús nos dice: “Salió el sembrador a sembrar…” (Mt 13,3). Tenemos cambios en las dedicaciones a las parroquias, recomenzamos la catequesis y el esplai, tendremos reuniones de programación pastoral, encuentros de formación diocesanos y por arciprestazgos, la vivencia del domingo, caridad y solidaridad desde Cáritas, Manos Unidas y Misiones, dedicación a los enfermos, vida sacramental y espiritual, formación permanente, sinodalidad vivida, nos ayudaremos más entre parroquias… Nosotros nuevamente «saldremos a sembrar«, como nos pide la parábola, confiando en el Señor que todo lo puede, y orando por el trabajo pastoral de este nuevo curso, para que sea hecho según el estilo del Buen Pastor, y con esperanza confiada en que las semillas que sembraremos, Dios las hará germinar cómo y cuándo Él querrá, y en los que Él querrá y las sabrán acoger… Nosotros “somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,10).
Debemos creer más en nuestra vocación y misión tan apasionantes. Nos lo recuerda el Papa Francisco: “En un mundo en transformación, es necesaria una Iglesia renovada y transformada por la contemplación y por el contacto personal con Cristo, por la fuerza del Espíritu. Es el Espíritu de Cristo, la fuente de la renovación, la que nos hace encontrar nuevos caminos, nuevos métodos creativos, nuevas formas de expresión para la evangelización del mundo actual”, con la fuerza de “llegar a todas las periferias que tienen necesidad de la luz del Evangelio” (cfr. Ev. gaudium 21). No podemos entretenernos ni en nuestras debilidades, ni en tantas razones que siempre hay para el desánimo, que paralizan el testimonio y la proclamación del Evangelio.
Lo primero que hay que hacer al salir a sembrar pastoralmente es abandonar los prejuicios sobre las personas, sobre las fuerzas que tenemos, sobre las graves dificultades de nuestro tiempo y del ambiente anticristiano. Hay que salir de nosotros mismos, ir a donde vive la gente, salir de los ambientes demasiado confortables, y renovar el estilo pastoral en lo que convenga… Los tiempos reclaman una audacia nueva en la tarea evangelizadora. Y confiar en que todos lo necesitan, ya que nuestra semilla es muy buena, es Cristo mismo. Dejemos que el Espíritu Santo nos sorprenda de nuevo. Él moverá los corazones de quienes quizás nos parecen irreductibles y cerrados. No demos nada ni nadie por perdido, por inútil, en orden a anunciarle el Evangelio.
Tomemos a la vez conciencia de que somos pobres y débiles, y que será necesaria siempre la ayuda de Dios. Él nos liberará de la sed de éxito inmediato y visible, nos salvará de los miedos que paralizan, del orgullo que nos cierra, de las desavenencias y críticas que todo lo hacen estéril… ¡Amémonos y amemos a todos! Seamos humildes. Busquemos lo que nos une, lo positivo en cada persona, su deseo de felicidad y de salvación… Quizás en el futuro veamos grandes cambios y mejoras en aquellos que ahora sólo nos critican o huyen. Es necesario que nos animemos a dar un salto cualitativo en la dedicación evangelizadora en nuestra Diócesis. Muchos esperan que les anunciemos Cristo, y “¡el amor de Cristo nos urge!” (2Co 5,14).