El evangelio de la Transfiguración, que se proclama cada año el segundo domingo de Cuaresma (Mt 17,1-9), es el texto que el Papa Francisco ha escogido para que ilumine el camino cuaresmal de toda la Iglesia en este año del Sínodo de la sinodalidad. Y nos da un lema: «Ascesis cuaresmal, un camino sinodal«. Nos invita a “subir a lo alto de una montaña alta”, con Jesús, para vivir con el Pueblo santo de Dios una experiencia particular de ascesis como compromiso, animado por la gracia, y de cara a superar faltas de fe y resistencias a seguir a Jesús por la cruz. Necesitamos distanciarnos de las mediocridades y vanidades, y ponernos en camino, un camino cuesta arriba, que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración, como una excursión por la montaña. Estos requisitos son también importantes para el camino sinodal que, como Iglesia, nos hemos comprometido a realizar.
Jesús mismo es el Camino y, por eso, tanto en el itinerario litúrgico como en el sinodal, la Iglesia no hace más que entrar de forma cada vez más plena y profundamente en el misterio de Cristo Salvador. Al final del camino, como a los tres discípulos en la montaña, se nos concederá la gracia de «ver al Señor en su gloria», resplandeciente de luz sobrenatural, que se irradiaba de Él mismo. La belleza divina de esta visión fue incomparablemente mayor que cualquier esfuerzo que los discípulos hubieran podido realizar. Como en cualquier excursión exigente de montaña, a medida que se sube es necesario mantener la mirada fija en el sendero; pero el maravilloso panorama que se revela al final, sorprende y hace que valga la pena. “También el proceso sinodal parece a menudo un camino arduo, algo que a veces nos puede desanimar, dice el Papa, pero lo que nos espera al final es sin duda algo maravilloso y sorprendente, que nos ayudará a comprender mejor la voluntad de Dios y nuestra misión al servicio de su Reino”.
El camino sinodal está arraigado en la tradición de la Iglesia y, al mismo tiempo, abierto a la novedad. La tradición es fuente de inspiración para buscar nuevos caminos, evitando las tentaciones opuestas del inmovilismo y la experimentación improvisada. El camino ascético cuaresmal, al igual que el sinodal, tiene como meta una transfiguración personal y eclesial, que toma por modelo la de Jesús y que se realiza mediante la gracia de su misterio pascual. Para que esta transfiguración se pueda realizar en nosotros este año, el Papa propone dos “caminos” a seguir, para subir junto con Jesús y llegar con Él a la meta:
- Escuchar a Jesús. Escucharle en la Palabra de Dios, que la Iglesia nos ofrece, y escucharle también en nuestros hermanos; escucha que siempre es indispensable en el método y estilo de una Iglesia sinodal.
- No refugiarse en una religiosidad hecha de acontecimientos extraordinarios, de experiencias sugestivas, por miedo a afrontar la realidad con sus fatigas cotidianas, sus dificultades y contradicciones. La luz que Jesús muestra a los discípulos es un avance de la gloria pascual y debemos dirigirnos a ella, siguiéndole «sólo a Él».
La Cuaresma está orientada a la Pascua. El “retirarse” no es un fin en sí mismo, sino que nos prepara para vivir la pasión y la cruz con fe, esperanza y amor, para llegar a la resurrección. ¡Seamos artesanos de la sinodalidad en la vida ordinaria de nuestras comunidades!