Josefina Riera Cortadellas fue consagrada el sábado 15 de abril, Velatorio del II Domingo de Pascua, en el Orden de las Vírgenes por el ministerio del Arzobispo de Urgell, Mons. Joan-Enric Vives en la Catedral de Santa María de Urgell. Concelebraron con el Arzobispo los Vicarios General y Episcopal de Urgell, Mn. Ignasi Navarri y Mn. Antoni Elvira, Mn. Xavier Romero, del Obispado de Solsona y Mn. David Codina. La Eucaristía contó con la presencia de las otras Vírgenes Consagradas de Urgell, de un buen número de otras Vírgenes Consagradas de Cataluña y de otros puntos de España, de amigos y compañeros de trabajo de la nueva Virgen Consagrada así como amigos y compañeros de la Escuela Diocesana de Formación Permanente del Obispado de Urgell donde Josefina ha participado en los últimos años.
En la homilía de la celebración Mons. Vives comentó las lecturas de la Palabra de ese domingo II de Pascua o de la Divina misericordia. En el Evangelio (Jn 20,19-31) Jesús proclama: “Dichosos quienes creerán sin haber visto”. San Juan nos da una bienaventuranza de Jesús que no se encuentra en las demás bienaventuranzas. Jesús Resucitado da la paz y envía a los apóstoles con el poder del Espíritu: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado a mí, también yo os envío a vosotros”. Pascua es hoy la Paz de Cristo, es su misión y es acoger a quien hará posible la misión “Recibid el Espíritu Santo”. Dirigiéndose a la nueva virgen, el Arzobispo le animó a ser toda del Señor y de la Iglesia viviendo en la fe, en la confianza y en la misericordia de Dios: “encomienda al Señor tus caminos, confía en Él, déjalo hacer”, le recomendó.
Mons. Vives animó a la nueva virgen consagrada a vivir de la fe y confianza en Dios: “¡No seas incrédula, sé creyente!”. Para hacerlo y en ese día, la nueva virgen recibiría la liturgia de las horas, y el Arzobispo le animó a ser una persona que reza, que viva de la oración de la Iglesia, que sea orante en la Iglesia. Y finalmente le animó a arraigarse de una manera nueva por la consagración virginal en la Iglesia diocesana de Urgell y a hacerlo todo «por Él, con Él y en Él», siguiendo la culminación de la oración eucarística: vivir por Él, tu esposo; con Él, tu todo; en Él, tu amor.
A continuación se llevó a cabo la liturgia de consagración con las letanías, el compromiso de virginidad; la oración consecratoria; la recepción del anillo y la entrega de la Liturgia de las Horas.
El Orden de las Vírgenes restaurada por el Concilio Vaticano II está formada por mujeres seglares que viven su consagración en medio del mundo, sosteniéndose con su trabajo y sirviendo a la Iglesia a través de la oración y del servicio que desarrollan según el propio carisma y disponibilidad, siempre en unión al Obispo y la Diócesis.
La costumbre de consagrar vírgenes, observada ya en la Iglesia primitiva, tuvo por resultado la institución de un rito, por el que una virgen se convierte en persona sagrada, signo trascendente del amor que la Iglesia tiene a Cristo, ya que la Iglesia es «Sponsa Christi». Con el rito de la consagración, la Iglesia manifiesta el cariño que siente por la virginidad, implora la gracia de Dios sobre la virgen que es consagrada y pide para ella la efusión del Espíritu Santo.