Confirmaciones en Escaldes-Engordany (Andorra)

El día 9 de mayo el Arzobispo de Urgell y Copríncipe de Andorra, Mons. Joan-Enric Vives, administró el sacramento de la confirmación a 30 jóvenes y 5 adultos de la Parroquia de San Pedro mártir de Escaldes-Engordany (Principado de Andorra). A su llegada a la Parroquia el Copríncipe episcopal fue recibido por dos Consejeros del Común de la Parroquia, y por el Rector, Mn. Jaume Soy.

La celebración eucarística fue concelebrada por Mn. Jaume Soy, P. Joan Juncadella SDB, que dirigió los cantos, y P. Cristian Casamitjana, vicario parroquial. Asistió un buen grupo de fieles que llenaron el templo parroquial, familiares y amigos de los confirmandos, así como los catequistas de la parroquia que les habían preparado.

En su homilía el Arzobispo Vives glosó las lecturas proclamadas en aquel Jueves VI de la Pascua, fiesta de la Ascensión en Francia, subrayando como San Pablo, en Atenas, en el areópago, se dirige a los ciudadanos subrayando como “Al Dios desconocido“. Pues, ese Dios desconocido, que vosotros ya vendráis sin conocerlo, es el que os vengo a anunciar” tiene un nombre que nos ha revelado Jesucristo: Dios Padre misericordia. Animó a los jóvenes confirmandos a conocer y amar a Dios poniéndolo en el centro de su vida porque ninguna cosa, persona o ley, puede estar por encima de Dios que debe ser nuestro todo. Les felicitó porque tal como Jesús decía en el Evangelio “el Defensor, el Espíritu de verdad, os guiará hacia el conocimiento de la verdad entera”. Este Defensor, Espíritu Santo, que recibían en plenitud ese día, les tenía que ir acompañando a lo largo de la vida para profundizar en el seguimiento de Jesús y hacerles testimonios comprometidos. El Arzobispo animó a los jóvenes a hacerse la pregunta interiormente: ¿Si Dios me pidiera toda mi vida qué le respondería? Y les animó a perseverar en la amistad y fidelidad que han aprendido a la catequesis a lo largo de estos años y no renunciar nunca a la fe que es lo más importante que se les ha dado.

Al final de la Misa el Arzobispo regaló a los jóvenes un Nuevo Testamento y les animó a leer un fragmento cada día y les recordó cómo aquel libro era “peligroso” porque podía hacer cambiar la vida de quienes le leían si dejaban que Jesús se convirtiera en el todo de su vida.

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