“Con sus heridas fuisteis curados” (1Pe 2,24)

En este domingo de Pasión o de los Ramos acompañamos al Señor que “entra en Jerusalén”, donde se dejará sacrificar por amor, para dar vida a toda la humanidad, y escuchamos el relato impresionante de la Pasión del Hijo de Dios, el Justo por excelencia. Seamos perseverantes en la contemplación amorosa de Jesucristo clavado en cruz, ya que “con sus heridas fuisteis curados (1Pe 2,24, citando a Is 53,5). Dios Padre nos muestra su inmenso amor en su Hijo amado Jesús, aclamado hoy por los niños de los hebreos, para después ser despreciado y clavado en la Cruz por amor a toda la humanidad. Un sacrificio reparador que nos ha salvado a todos.

Nuestro mundo vive alejado de Dios, y Dios le es como el gran ausente. Vivimos un eclipse de Dios. Pero no podemos rendirnos a este empobrecimiento reduccionista de la cultura actual, porque la ausencia de Dios es peor que la miseria material. La persona permanece sola, abandonada, no encuentra sentido a sus sufrimientos, y pierde toda esperanza de salvación y de vida eterna. Es urgente, por tanto, mirar arriba: “Mirarán al que traspasaron” (Jn 19,37, citando a Za 12,10), dice el Evangelio.

Es en el momento de su “hora” que Jesús “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo… y se puso a lavarles los pies a los discípulos” (Jn 13,1.5). Y poco después, en Getsemaní, Jesús también reclamaba a sus amigos: “Quedaos aquí y velad conmigo… ¿No habéis podido velar una hora conmigo?” (Mt 26,38.40). Jesús ama del todo y quiere ser amado también del todo por nuestra parte: éste es el amor del que traspasaron.

«En la Cruz se revela enteramente el poder irrefrenable de la misericordia del Padre» (Benedicto XVI), ya que lo que era un sufrimiento insoportable e ignominioso, Jesucristo lo transforma en el acto supremo de amor y de libertad. Ahora la cruz puede ser vivida de forma «nueva», llena de amor y como un acto sacrificial de libertad suprema: «El Buen Pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10,11).

Os animo para que estos días de Semana Santa, sea en la Acción litúrgica de la tarde del Viernes Santo, o en un vía cruces o participando en alguna procesión, mantengamos una actitud de oración agradecida y contemplativa hacia Cristo traspasado, que nos lleva a interiorizar su amor inmenso y a crecer en ese amor, así como a sacar sus consecuencias concretas. Porque necesitamos corresponder al amor de Jesús, comunicándolo a los demás, y abriéndonos a quienes sufren en su dignidad. Particularmente, a luchar contra toda forma de desprecio de la vida y de la explotación de la persona, y a aliviar los dramas de la pobreza, la soledad y el abandono que les toca vivir a tantas personas.

Acogiendo y aceptando el amor de Jesús, aprendamos a difundirlo a nuestro alrededor con cada gesto y cada palabra, con obras y de verdad, y siempre “fijos los ojos en Jesús, el que inició y completa nuestra fe” (Hb 12,2). ¡Gozosa Semana Santa camino de la Pascua!

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