Celebramos la Pascua y nos damos cuenta de que Cristo Resucitado nos apremia a “anunciar el Evangelio de la alegría”. Éste es el programa del Papa Francisco para su pontificado, inaugurado hace once años, que hizo patente en su documento más emblemático, la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Decía en 2013: “LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO llena el corazón y la vida entera de quienes se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. Quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarles a una nueva etapa evangelizadora marcada por esta alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años” (Ev. Gaudium 1). El Papa sigue 4 grandes ejes: Cristo, la Iglesia, el pueblo y los pobres.
- Cristo Resucitado debe ser el centro de la vida espiritual cristiana.
- Somos una Iglesia llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias.
- Una Iglesia pobre para los pobres, hospital de campaña, que nos invita a vivir una opción preferencial por los pobres.
- E invita a ser testigos valientes de alegría, discípulos evangelizadores, convertidos y resucitados, que escuchan la Palabra y viven de la Eucaristía.
Sin olvidar otros desafíos pastorales: la sinodalidad, la corresponsabilidad, la presencia femenina, el no vincular servicios y poder, y una espiritualidad de respuesta a una llamada, a una vocación que nos precede.
En tiempos de Pascua, nos hace bien recordar las grandes intuiciones en cuanto a convertirse cada bautizado en un evangelizador con espíritu (EG. V, nn. 259-283). Y el Papa Francisco propone unas motivaciones para una renovada espiritualidad misionera y pascual (n. 262):
- Debemos ser evangelizadores que rezan y trabajan, que valoran el encuentro personal con Jesús que salva; somos «contemplativos en la acción».
- 2.Configurarse con toda la vida de Jesús, estar enamorados, convencidos, entusiasmados. Unión con el Señor como apóstoles suyos.
- Amar y buscar la gloria del Padre; evangelizar para la gloria del Padre.
- El gusto espiritual de amar a la gente, a los pequeños, a los pobres. Estar cerca de la vida de la gente y ser instrumentos de Jesucristo; sin distanciarse de las llagas de Cristo, de la miseria humana; dar razón de nuestra esperanza y ser servidores del pueblo, ya que cada uno es una misión en esta tierra, que debe ser fiel a su vocación bautismal. Porque cada uno es inmensamente sagrado y merece mi cariño y mi entrega. Hay que cuidar la creación y al otro. Ser hermanos.
- Especialmente en esta Pascua, es necesario dejarse trabajar por el Resucitado y por el Espíritu Santo que nos habita. Él es la fuente profunda de nuestra esperanza. Y sabemos que Dios actúa siempre y en todas partes, y que toda obra de entrega será fecunda, porque Dios le da la fecundidad; no podemos estar siempre descontentos. Nada se pierde, la vida da fruto, pero debemos saber esperar contra toda esperanza, y darlo todo, sabiendo que nuestra entrega es necesaria. No debemos pretender ver resultados llamativos y palpables.
- Es necesaria una humilde confianza en el Espíritu Santo, contando con la fuerza misionera de la oración de acción de gracias, de conversión, de intercesión y de adoración.
¡Santa y gozosa Pascua!