Mensaje del Santo Padre para la cuaresma 2007

“En el misterio de la Cruz se revela enteramente el poder irrefrenable de la misericordia del Padre celeste. Para reconquistar el amor de su criatura, Él aceptó pagar un precio muy alto: la sangre de su Hijo Unigénito. La muerte, que para el primer Adán era signo extremo de soledad y de impotencia, se transformó de este modo en el acto supremo de amor y de libertad del nuevo Adán. Bien podemos entonces afirmar, con san Máximo el Confesor, que Cristo “murió, si así puede decirse, divinamente, porque murió libremente”. En la Cruz se manifiesta el eros de Dios por nosotros. Efectivamente, eros es -como expresa Pseudo-Dionisio Areopagita- esa fuerza “que hace que los amantes no lo sean de sí mismos, sino de aquellos a los que aman”. ¿Qué mayor “eros loco” que el que trajo el Hijo de Dios al unirse a nosotros hasta tal punto que sufrió las consecuencias de nuestros delitos como si fueran propias?”.

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