Queridos diocesanos,
querida Iglesia de Urgell,
En las vísperas de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María caminamos hacia una humanidad que nos hace reencontrar el sentido de ser persona humana, como recordábamos la semana pasada, y todo esto gracias a la maternidad de María, expresión de nuestras madres que nos han regalado el don de la vida.
En esta segunda semana de Adviento damos un paso adelante en este camino de vida. Adviento significa venida, pero ¿quién viene? La experiencia de esperar la llegada de alguien que viene a visitarnos siempre es un gesto de entusiasmo. ¿Queremos saber cómo será? ¿Qué nos traerá de nuevo? ¿Cuál será su futuro?
¿Quién de nosotros no ha tenido la experiencia de recibir un hijo, un hermano, un sobrino que llega nuevo a la familia, y queremos conocerlo ya antes de nacer? La espera de una madre y de un padre por el hijo o hija que está creciendo en el seno de la madre es la alegría y la esperanza de quien llegará. Ciertamente, la llegada de un niño a una familia es un signo de futuro, de vitalidad y de novedad; hay un porvenir que promete.
En un mundo donde con frecuencia nos llenan de noticias que nos llevan a mirarnos a nosotros mismos, evaluando el rendimiento y la eficacia personal, terminamos con el desencanto de una sociedad cansada, como diría el filósofo Byung-Chul Han.
En un tiempo de heridas y de guerra, donde quien pierde siempre es el más débil, con el Papa León XIV pedimos una paz desarmada y desarmante. Imploramos una paz que nos traiga alegría y esperanza.
En este caminar de Adviento llega la Paz; estamos invitados a hacer de nuestras vidas parroquiales, de los grupos de catequesis, de nuestra vida en crecimiento, de las familias, de los jóvenes, de los grupos de Biblia, de Cáritas parroquial, de estas experiencias, espacios de encarnación, y no solo espacios, sino tiempos de encarnación; también familias donde el Niño Jesús pueda encarnarse y hacerse presente con toda su vulnerabilidad y fragilidad.
Nuestra espiritualidad y nuestro seguimiento de Jesús de Nazaret se concretan en una alegría y esperanza por un niño que nace indefenso, que necesita del cuidado de los padres, María y José, de los pastores y de todos los que se acercan a Él.
Alegría, júbilo y esperanza son las virtudes y los sentimientos que deben predominar en los discípulos de Jesús.
Os propongo en este Adviento hacer nuestro examen de conciencia diario analizando si, de todo corazón, nuestro peregrinar está acompañado de alegría, júbilo y esperanza porque llega el niño Dios nacido en Belén.
Preparemos la venida del Señor en este tiempo fuerte de Adviento, sabiendo que para recibir a Jesús tendremos que hacer espacio dentro de nosotros para acoger a los hermanos que nos visitan.
¡Reflexionemos sobre ello!
Con alegría y esperanza para acoger al que vendrá, de Vuestro servidor,
✠ Josep-Lluís Serrano
Obispo de Urgell






