El año jubilar tiempo de esperanza (y 2)

Vivamos con esperanza cristiana todos los días de este Año jubilar 2025. Es un reto, un desafío, pero también una fuente de alegría y de fortaleza espiritual. Confiemos en Dios, que nos ama y nos guía hacia su Reino. Para vivir con esperanza, es necesario que arraiguemos nuestra vida en la oración, dedicando un tiempo diario a la plegaria, que nos ayude a mantener la mirada puesta en Dios, ya que sin el Señor no podemos creer ni esperar. Hablémosle de nuestras preocupaciones, alegrías y dificultades, sabiendo que Él nos escucha, que nunca nos deja. Y profundicemos el Evangelio y otros pasajes bíblicos que nos recuerdan las promesas de Dios, nos dan luz para el camino y renuevan nuestra confianza. También debemos cultivar la acción de gracias y la gratitud, reconociendo las bendiciones continuas de Dios. No nos concentremos en lo que nos falta, al contrario, agradezcamos las gracias de cada día. Así aceptaremos los retos con confianza. La gratitud nos ayuda a ver las dificultades como oportunidades, sabiendo que Cristo camina con nosotros, y estará con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 26,20).

Acogiendo el Sínodo de la sinodalidad y queriéndolo aplicar, debemos cultivar la fe vivida en comunidad, participando en la vida de la Iglesia. Por la celebración del sacramento de la Reconciliación, por la Eucaristía y la vida comunitaria, recordaremos que no estamos solos en nuestra esperanza. La comunión con otros hermanos en Cristo nos fortalece. Hagamos equipos, grupos, comunidad de ayuda mutua. Es compartiendo sinodalmente nuestras experiencias y escuchando las de los demás que fortaleceremos los ánimos, nos ayudaremos a llevar las cargas juntos y estaremos listos para la misión evangelizadora. Cuando ayudamos a los demás, especialmente a quienes sufren o viven en la desesperanza, nos convertimos en testigos del amor de Dios y somos instrumentos de esperanza. Es necesario aprender a hacerlo con gestos sencillos: una sonrisa, una palabra amable o un acto de generosidad pueden transformar el día de alguien y hacer visible la esperanza que habita en nosotros.

Iniciamos el Jubileo en la Catedral, precedidos por la Cruz del Señor porque debemos abrazar la cruz con confianza. Por la Cruz de Cristo entendemos que todas las cruces son camino de vida: los momentos difíciles y de sufrimiento pueden ser una oportunidad para profundizar en la fe. Recordemos que Jesús sufrió también, pero la cruz no es el final, sino el camino hacia la resurrección. Lo podremos aprender desde el silencio y la humildad. Cuando no vemos soluciones inmediatas, debemos confiar en que Dios actúa incluso cuando no lo percibimos. Es necesario aprender a mirar el futuro con ojos de fe, con confianza en las promesas de Dios. Sabemos que el Reino de Dios ya está entre nosotros, pero también que esperamos su plenitud. Esto nos da fuerzas para avanzar. La esperanza cristiana no nos hace desconectar del presente, sino que nos da la capacidad de vivir cada momento con intensidad y amor, con compasión activa por quienes sufren a nuestro lado, sin perder nunca de vista la esperanza definitiva en Cristo Resucitado, vencedor de la muerte.

Dejémonos guiar por el Espíritu. Es fuerza que nos sostiene y nos da luz. Invocarle, nos ayuda a mantener la esperanza, nos transforma, renueva nuestra vida y nos ayuda a transformar el mundo. La fe esperanzada es un camino que, si lo recorremos con constancia, llena nuestra vida de paz y sentido profundo.

Compartir