Contemplar, agradecer, custodiar y compartir el don del agua

El verano y las vacaciones son un tiempo óptimo para tomar conciencia del inmenso don del agua, elemento esencial para la vida. Francisco de Asís, en el Cántico de las Criaturas, ruega a Dios diciendo: “Alabado seas, Señor mío, por la Hermana agua, que es muy útil, humilde, preciosa y casta”. Es una oración sencilla, que ayuda a contemplar, agradecer, custodiar y compartir responsablemente el agua, como parte fundamental de la maravilla de la Creación. El territorio de nuestra Diócesis es rico en recursos hídricos, determinantes de su geografía física y humana. Aquí nacen o transcurren parte de los principales cursos de agua que riegan Cataluña, Andorra y el Sur de Francia: el Ter, el Segre, el Valira, los Noguera Pallaresa y Ribagorzana, el Garona… Son cursos fluviales fundamentales para el consumo y el desarrollo humanos: para la agricultura, la ganadería, la industria, el turismo… Han permitido la construcción de grandes embalses y de infraestructuras hidroeléctricas que dan servicio a millones de personas. En el pasado fueron importantes para la comunicación y el comercio, y dieron lugar a un rico legado histórico cultural (puentes, molinos, etc.). A su vez, conforman una multitud de espacios naturales de extraordinaria belleza, con infinidad de lagos, estanques, cascadas… Sin olvidar la nieve, que también es agua, elemento primordial del paisaje y de la economía de las comarcas pirenaicas. Un inmenso patrimonio natural para disfrutarlo y cuidarlo.

Desgraciadamente, nuestro modelo de excesivo desarrollo y el cambio climático que provoca son una grave amenaza para la disponibilidad de agua. La grave sequía que hemos sufrido en los últimos años, todavía no totalmente superada, es un nuevo aviso. Naciones Unidas alerta reiteradamente del grave problema mundial del acceso al agua: más de 2.000 millones de personas no pueden acceder al agua potable segura y más de 3.600 millones no gozan de infraestructuras de saneamiento fiables. El desarrollo excesivo, el consumo insostenible (que crece anualmente), la contaminación y el calentamiento global nos llevan hacia una escasez creciente, con el riesgo inminente de una crisis global del agua y una multiplicación de conflictos, si no se actúa con urgencia.

El Papa Francisco dice que es imposible sostener el actual nivel de consumo de los países desarrollados y ricos, que llega a extremos inauditos (Laudato Si’ 27). La demanda de agua potable y limpia supera la cantidad disponible, dando lugar a situaciones de escasez (LS 28), un problema particularmente grave para los pobres, causante de mortalidad y enfermedades, agravado por la contaminación de aguas subterráneas (LS 29), por la tendencia a la privatización y a convertir el agua en mercancía, con derroche de los países desarrollados. Ésta es una gran injusticia, y no vivimos con suficiente conciencia.

El acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, que determina la supervivencia de las personas y, por tanto, es condición del ejercicio de los demás derechos humanos. Tenemos una gran deuda social con los pobres que no pueden acceder al agua, porque esto es como negarles el derecho a la vida, radicado en su dignidad inalienable (LS 30). Es necesaria una nueva cultura del agua, que nos permita ser capaces de disfrutarla y compartirla responsablemente.

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