Mn. Jordi Miquel, nombrado Canónigo-Organista de la Catedral de Santa Maria de Urgell

El Obispo de Urgell, Mons. Josep-Lluís Serrano, ha nombrado Canónigo-Organista de la Catedral de Santa María de Urgell al M.I. Mn. Jordi Miquel, Canónigo del Cabildo Catedral y encargado de la iglesia de Santa Magdalena. El nombramiento lo hizo público Mons. Serrano el día 3 de noviembre, fiesta de San Ermengol, después de la celebración eucarística, de la reunión y del almuerzo de hermandad en el Seminario Diocesano, destacando las cualidades musicales de Mn. Miquel y con el fin de ayudar al mejor culto litúrgico en la S.I. Catedral de Santa María de Urgell.

Mn. Jordi Miquel toca el piano desde los 9 años:

“En casa había un buen ambiente musical; mi padre era cantante, era tenor, y quería que estudiara música. Además, cuando entré en el Seminario, encontré un ambiente musical muy bueno: todos los alumnos hacíamos clases de solfeo cada semana y, además, los que querían, tocaban el piano. Para redondearlo, aquí en La Seu d’Urgell, había un hombre que era un gran profesor de música, Isidre Marbà… y con él, y a través de él, pude hacer en el Conservatorio del Liceu todo el curso de piano. Un año estuve fuera del Seminario y me dediqué a tocar el piano: ¡tocaba 10 horas al día! Y me fue muy bien. Aquello me dio la velocidad necesaria y obtuve el título de profesor de piano. Mientras estudiaba piano, al estar en Barcelona, fui haciendo —en Sant Cugat— la carrera de Teología, y también asistí al Conservatorio Municipal de Barcelona. Estudié con Montserrat Torrent, que es una gran maestra, maravillosa, que tiene casi 100 años y todavía toca el piano. Es una gran mujer. Y con ella terminé la carrera de profesor de órgano en Barcelona”.

¿Pero volvió a casa, a La Seu d’Urgell…?

Sí, la verdad es que vine aquí porque echaba de menos el Pirineo. Barcelona no era mi ambiente, y aquí en La Seu d’Urgell me ordenaron. Pero no le dije al obispo que tenía los títulos de profesor, porque ya estaba aquí Mn. Albert Vives, que era un gran músico… y consideré que no debía presentarme en ese ámbito. Fui a hacer servicio pastoral a Tremp, que entonces tenía un órgano que era un desastre, donde no podía tocar nada de lo que había estudiado durante toda la carrera. No podía tocar. Y después he tenido varios destinos pastorales por la diócesis y, aunque no tenía un órgano a mi disposición, el piano siempre lo he llevado conmigo y lo he tocado.

¿Cuándo empezó a disfrutar del órgano en la Parroquia?

Miren, cuando llegué destinado a Andorra, a La Massana, tuve la posibilidad de tocar el órgano, porque tenía un órgano muy bueno y toqué muchísimo. Ahora que no hay organista en la Catedral de Santa María, después de que nos dejara Mn. Cagigós, el Señor Obispo me ha sugerido hacerme cargo de esta responsabilidad. Al hablar y saber que tenía las dos carreras de órgano, me lo propuso y ciertamente, mi talento debo destinarlo, no a mi propio beneficio, sino al servicio de la Iglesia.

¿Es este un instrumento difícil? ¿Qué requiere?

Hacer la carrera. Pienso que es importante cursar una carrera porque te da todas las herramientas para tocar bien. Te ayuda a tocar con perfección. En las parroquias a veces no se cuida mucho este tema de la música… a menudo en la liturgia se toca como se puede… y es importante hacerlo bien. Es muy interesante que los seminaristas aprendan y desarrollen sus talentos musicales.

¿Por qué es tan importante tocar bien en las celebraciones litúrgicas, para usted?

Porque cuando lo hacemos bien, estamos dando una imagen ante el mundo intelectual musical, una imagen muy buena. Y eso es lo que necesitamos. Debemos dar una buena imagen en el mundo de la cultura. Y hay algunos jóvenes en la diócesis que pueden ser grandes músicos en el futuro, porque también tienen talento. Debemos animarlos.

¿Tocar el órgano y conocer profundamente el instrumento ayuda a valorar el patrimonio que tenemos?

Miren, la historia del órgano es muy antigua y ha pasado por muchas vicisitudes. Podríamos hablar largo y tendido… y a través de este hilo histórico conductor llegamos a nuestros días. Hoy disfrutamos en la Catedral de Santa María de un instrumento de una categoría innegable. Hecho para un repertorio concreto, pero en el que se puede tocar con una magnificencia extraordinaria. Su sistema combinado, eléctrico y de fuelles, lo hace muy interesante, es una pieza casi única. Y la manera en que ha llegado a nuestros días con tan pocas modificaciones del diseño original es casi un milagro…, superando incluso momentos muy difíciles de nuestra historia. Tocar en una celebración litúrgica este órgano, de tipo sinfónico, con 27 registros y más de 1.400 tubos, es una alegría y un honor.

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