Amar a la Iglesia significa sostenerla en sus necesidades, como nos pide uno de los mandamientos de la Iglesia. Ella reclama de sus hijos que le ayudemos con oraciones, sacrificios y limosnas para que pueda llevar a cabo su bella misión evangelizadora, santificadora y pastoral. Estamos en tiempos de dificultades económicas y de poca confianza en el futuro, pero todos percibimos la importancia de que no falle la economía para sacar adelante a la propia familia. Y con la familia parroquial y diocesana, ocurre semejantemente. La Iglesia necesita de nuestro apoyo económico. Debemos hacernos más responsables y comprometidos a la hora de sostener la comunidad cristiana que amamos y a la que nos sentimos vinculados.
La Jornada y la colecta de “Germanor” (fraterniad), nos recuerda que debemos ser corresponsables de la Iglesia diocesana, de la que nuestra parroquia es una parte. Esta colecta viene a reforzar el Fondo Común Diocesano, desde el que deben atenderse las necesidades de toda la Diócesis: el sostenimiento de todas las Delegaciones pastorales, la restauración de templos, casas rectorales y las ayudas para obras, el mantenimiento de los locales parroquiales, el servicio de los necesitados, la catequesis, las revistas y publicaciones diocesanas, los encuentros diocesanos, la compartición con las obras misioneras, y especialmente la retribución de los presbíteros en activo y de algunos laicos remunerados así como el complemento de la pensión de los sacerdotes jubilados.
El acuerdo de 2003 entre la Santa Sede y el Gobierno español estableció que la financiación sería el 0,7% de lo aportado a través de las declaraciones de la renta y para aquellos que libremente marquen su “x” en la declaración –ya sea negativa o positiva-. Con este sistema de colaboración, el Estado permite que las personas que quieren ayudar a la Iglesia puedan hacerlo, marcando la x, a través de la asignación tributaria. No es ninguna aportación directa del Estado, ni es dinero público, sino que es dinero de los declarantes que, si así lo quieren, libremente lo asignan o no a una confesión religiosa o a una finalidad social, o a las dos a la vez, ya que no son incompatibles. Os agradezco mucho la colaboración de quienes consignáis vuestra voluntad positiva y convendría que fueran muchos más.
Desde marzo pasado, la Iglesia ha renunciado a la exención de dos impuestos: el de Contribuciones Especiales y el Impuesto sobre Construcciones, Instalaciones y Obras (ICIO). Se equipara así el régimen fiscal de la Iglesia con el de las entidades sin ánimo de lucro, de acuerdo con el principio de no privilegio y no discriminación. La aportación a través del IRPF representa un 32% de las necesidades básicas de la Iglesia, y el otro 68% ya procede totalmente de los fieles a través de colectas, suscripciones y donativos directos. Lógicamente, se siguen necesitando las donaciones de todos, ya que fundamentalmente la Iglesia vive de lo que los fieles aportan, con libertad y responsabilidad. Seamos conscientes de ello en esta “Diada” de “Germanor”, fraternidad, diocesana, y procurad ser generosos. Es fundamental la colaboración de los cristianos en el apoyo económico a nuestra Iglesia, y como propone S. Pablo: “Cada uno dé como le dicte su corazón: no a disgusto ni a la fuerza, pues Dios ama a quien da con alegría” (2Cor 9,7).