Hay cuatro dimensiones de la formación que el seminarista las potencia y concreta, durante los fines de semana, en el propio Obispado, en el Seminario Diocesano de Urgell, con su familia y ayudando, en la medida de sus posibilidades, en las parroquias :
Espiritual
Una dimensión fundamental y esencial del futuro presbítero es la vida espiritual. El presbítero debe ser un hombre de Dios. El Seminario debe encaminar al seminarista en esta dirección. Por eso la oración comunitaria de Laudes y Vísperas, la celebración de la Eucaristía, los ratos de oración personal y de silencio, ayudan a ir configurando a Cristo la vida del futuro sacerdote.
Académica
Los estudios en las Facultades de Filosofía y de Teología, con el resto de seminaristas de Cataluña y otros miembros de congregaciones e institutos religiosos y algunos laicos, hacen crecer al seminarista en el conocimiento de las materias fundamentales para poder llegar a «dar razón de su esperanza», razón de lo que creen.
Humana
A lo largo de los seis años de formación en el Seminario, el seminarista debe ir creciendo en la consecución de las virtudes humanas. El día a día de la convivencia en el seminario, con los demás seminaristas del propio Obispado y del resto de los Obispados de la provincia eclesiástica Tarraconense, ayudados por los formadores, va haciendo realidad este crecimiento humano.
Pastoral
Y por último, la dimensión Pastoral. El sacerdote está llamado a ser el pastor y el guía de la comunidad. Se debe ir preparando para ser un pastor bueno y fiel de la comunidad. Debe velar por las personas que le son confiadas. Tiene que preocuparse de sus necesidades materiales y espirituales y debe acompañarlas en el camino de crecimiento de la vida cristiana.