El monaquismo
El monaquismo debió ser introducido en el obispado durante la época visigótica. Los monasterios de Tavèrnoles, Gerri, Codinet, Tresponts ... son probablemente anteriores a la invasión sarracena. Estas fundaciones y las posteriores -la Ternera, Elina, Bagà, la Portella, las Maleses, Villanega, Oveix, Bellera, el Burgal, Lavaix, Alaó, Escaleras, Ovarra, Taverna, Gualter, etc .-, a partir del siglo IX, y siguiendo el ejemplo de la mayoría de los cenobios entonces existentes en la Marca Hispánica, a menudo adoptaron la observancia benedictina, la cual se impuso como norma única de vida monástica en el siglo siguiente. Estos monasterios, junto a la organización parroquial y de las canónicas (La Seu d'Urgell, Solsona, Cardona, Organyà, Ponts, Ager, Mur, Tremp), tendrían una gran influencia en la cristianización del país y en su desarrollo humano, cultural y económico. Las canónicas derivaron en colegiatas por su secularización (1592) y, a causa de su decadencia, el concordato de 1851 las abolió, junto con las otras preexistentes (Castellbó, Guissona, Balaguer ...). Mur y Ager fueron sin duda las colegiatas canonical, exentas de jurisdicción episcopal, más famosas de toda Cataluña.
Entretanto, dos grandes obispos, que al poco de haber muerto merecerían el honor de los altares, regieron la sede urgellesa: Ermengol (1010-1035), verdadero Pater Patriae atque Patronus, que supo conducir a su pueblo al grado más alto de civilización y de progreso de aquel tiempo, y Odón (1095-1122), providente animador de la obra de la actual catedral, que venía a ser una especie de voto general de acción de gracias por la liberación total de la diócesis del yugo musulmán, puesto que, con la conquista de Balaguer en el año 1106, prácticamente se habían redondeado sus antiquísimas fronteras.