Este domingo es la fiesta de la Sagrada Familia y los cristianos miramos de nuevo hacia ese hogar modélico de Nazaret, para descubrir los grandes valores familiares y de cariño que el Hijo de Dios ha santificado al venir al mundo. Jesús, María y José siguen siendo para nosotros los modelos de unión, convivencia, laboriosidad, apertura, respeto, oración y amor mutuo.
La familia es valorada por los europeos desde hace años. Cada uno debe hacer mucho más por la propia familia, y por todas las familias en general, pero a nadie se le escapa que las legislaciones y los poderes públicos pueden ayudar o entorpecer mucho el desarrollo armónico de la vida familiar, pueden priorizarla o pueden minarla y hasta destruirla. Es lógico que los ciudadanos reclamemos mayor apoyo a la familia.
Hace unos años, la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea pidió que la familia se convirtiera en una prioridad política y solcial, y elevó unas propuestas detalladas para una estrategia familiar que convierta a Europa en “la región del mundo más amiga de la familia”. No todo debe ser crecimiento económico o respeto al medio ambiente sino que la reforma social querida para Europa debe contemplar las necesidades de las familias. Las legislaciones europeas deben velar por la protección social, el tiempo de trabajo, la igualdad real entre hombres y mujeres, la vivienda, la competitividad justa, los medios de comunicación respetuosos con niños y jóvenes, la formación profesional, la salud, el desarrollo y otras áreas que impactan sobre la vida familiar.
La estrategia que los Episcopados aconsejaban contenía propuestas detalladas para alcanzar 6 grandes objetivos:
- Mejorar la integración de las personas mayores en la sociedad, ayudando en primer lugar a sus propias familias a ayudarles. No todo se resuelve con residencias.
- Promover reglamentaciones y políticas más justas a favor de los niños, su protección y su educación integral.
- Promover reglamentaciones y políticas más justas para el matrimonio y los padres y madres de familia. Necesitamos compromiso de las parejas, que serán esenciales para la educación de sus hijos y para vencer el rechazo a tener hijos.
- Promover lazos más cercanos y dólidos entre generaciones.
- Dar apoyo público a las familias que se encuentren con necesidades particulares como pueden ser la vivienda, el cuidado de miembros con discapacidades o problemas económicos o de subsistencia.
- Promover asociaciones familiares y una mejor representación de las familias en la vida pública, especialmente en lo que se refiere a la educación, de la que los padres son los primeros responsables.
La promoción de la familia en último término hará que los ciudadanos europeos sean más felices, promoverá una mayor cohesión social, tendrá un efecto positivo en la salud pública y, de esta forma, contribuirá a invertir la disminución del índice de natalidad en Europa. Es un buen pensamiento para el nuevo año que empezamos. A todos os deseo un feliz Año nuevo 2024, ¡lleno de la Paz de Cristo!