Es bueno ser agradecidos al padre y pastor de nuestra Iglesia, que lo fue desde 2005 hasta 2013. El Señor ha llamado al Papa Benedicto a su casa, y por eso escribo estas líneas para compartir algunos pensamientos y vivencias con agradecimiento por la persona y la vida de este Papa bondadoso y fiel. A modo de meditación, fluían con emoción los pensamientos, hechos oración, cuando arrodillado ante su cuerpo ya dispuesto para la sepultura, a los pies del altar de la confesión de S. Pedro del Vaticano, tuve un tiempo largo de oración. Una inesperada multitud de gente del mundo entero, de todas clases y edades, iba pasando ante el Papa y le ofrecía un signo de reverencia, un beso, una sencilla oración, o unas lágrimas de consuelo y de amor agradecido. Yo me unía a ellos, como un hijo más. Un denso silencio lo envolvía todo y la grandeza de la cúpula de Miguel Ángel nos cobijaba y al mismo tiempo nos mostraba la pequeñez de toda vida humana, siempre débil y mortal.
La muerte de un Papa es siempre un hecho histórico. Se ha ido hacia la eternidad de Dios un padre y un hermano mayor de los católicos del mundo entero. Un gran creyente, un teólogo eminente y un pastor bondadoso preocupado por su rebaño, que cuando no ha podido guiarlo porque las fuerzas le habían abandonado, tuvo la humilde osadía de renunciar, y hacer que otro le sucediera. Demostraba su confianza en Dios que es quien conduce a la Iglesia, y todo lo provee con sabiduría y amor.
Se definió al ser elegido sucesor del apóstol Pedro, como “un humilde servidor de la viña del Señor”, y pasó de ser el trabajador escondido, al servicio de la doctrina de la fe y la tradición de la Iglesia, a ser el pastor universal y catequista viajero, un gobernante que debe urgir la conversión y la penitencia de la comunidad cuando descubre abusos o corrupción, y que debe fortalecer la esperanza predicando el Evangelio y manteniendo encuentros multitudinarios, él que era tímido y retraído pero valiente en su fe y en la búsqueda de la verdad. Enseguida tuvo que viajar a Colonia, en su país natal, viaje en el que yo también participé, para el encuentro festivo con cientos de miles de jóvenes. Después vinieron otros viajes y discursos famosos: Inglaterra, Estados Unidos, París, Berlín, Auschwitz, Turquía, África, América… Y también Santiago y Barcelona. Su venida entre nosotros para la dedicación de la Sda. Familia marcó un hito en su ministerio. Él mismo desveló que había sido la misa más impactante de su vida, y su rostro al abrir las puertas de la basílica lo mostraba clarísimamente.
Nos ha ayudado y orientado en sus años de pontificado de muchas formas. Como pastor y maestro en la fe, como humilde “servidor de los servidores de Dios” (el bello título que llevan los Papas) y como iluminador y continuador del camino emprendido por la Iglesia después del Concilio Vaticano II, donde ya había participado como joven asesor de los padres conciliares. Sirvió el conocimiento razonable de la fe, y tuvo un papel definitivo en la gran obra del “Catecismo de la Iglesia Católica”, extraordinario compendio de la fe católica. Sus libros facilitan la fe (cfr. “Introducción al cristianismo” o “Jesús de Nazaret”). Y también nos ha ayudado con su renuncia, cediendo el paso cuando ya no tenía fuerzas. No creerse imprescindible. Muchos motivos de acción de gracias y de reconocimiento agradecido al Papa bondadoso, tan distinto al que nos presentaban ciertos medios de comunicación. Oremos por él y que su ejemplo e intercesión nos ayuden a nosotros.