La proximidad de la Navidad, la fiesta de la Encarnación del Hijo de Dios, que se hizo pobre para enriquecernos a todos (cf. 2Co 8,9), nos hace recordar con espíritu solidario, a todos los que pasan dificultades económicas y tantos otros tipos de pobrezas y vulnerabilidades, soledad, enfermedades, necesidades de vivienda, de amor… Es bueno pensar que detrás de las frías estadísticas de los índices de pobreza, que aumenta en nuestro país, hay personas que nos necesitan. Y tras los datos que nos aportan los hermanos voluntarios de Cáritas, hay personas que dan y reciben, existe la solidaridad de toda nuestra Diócesis. Podemos afirmar que, cuando amamos “con obras y de verdad” (1Jn 3,18), nace Jesús y todos recibimos y todos damos. Así trabaja la caridad de Cristo en nuestros corazones, que nos hace dar de lo que somos y tenemos, al tiempo que nos hace recibir mucho a través de lo que los demás nos ofrecen.
La Navidad nos hace aprender de nuevo la íntima conexión que existe entre la celebración de la fe y de la Eucaristía, y la solidaridad con los más necesitados tanto material como espiritualmente. «Nuestro mundo está enfermo de indiferencia», denuncia el Papa Francisco. Siempre deberíamos vivir la Eucaristía como fuente y manifestación de la comunión, y como principio y proyecto de la misión, haciéndonos capaces de compartir no sólo los bienes espirituales, sino también los bienes materiales, con solidaridad para toda la humanidad. Habría que estar atentos al realismo de la caridad. Navidad debe ser el empuje para comprometerse efectivamente en la edificación de una sociedad más igualitaria y fraterna. Nacer en un pesebre, rodeado de animales, acogido por los pastores, y debiendo huir a Egipto, es signo inequívoco del sentido de la Navidad. Por eso S. Juan afirma con fuerza que compartir con los más pobres es hacer resplandecer la caridad de Dios. La Navidad que celebramos nos apremia por los caminos de la caridad y de la solidaridad, del servicio y de la opción preferencial por los más pobres y desvalidos. Así darán fruto estas Navidades que estamos a punto de celebrar.
Este domingo, es tradición recordar y agradecer el trabajo generoso que realiza Cáritas diocesana de Urgell. Siempre podemos hacer más y siempre podemos unir a más personas en esta ola de servicio y de caridad. Pero demos gracias a Dios porque nos ha dado el empuje que necesitamos para comprometernos a ayudar. Nadie puede excusarse y dejar de hacer el bien. Debemos querer hacer en todo la voluntad del Señor, y sabemos que esta voluntad reclama amar como Cristo: “Amaos unos a otros, como Yo os he amado” (Jn 13,34).
Miremos el pesebre nos dice el Papa Francisco, “veremos el amor de una madre que abraza a su hijo recién nacido, el amor de un padre que protege y defiende a la familia; veremos a los pastores conmovidos por un pequeño niño; los ángeles que celebran la llegada del Señor… Todo está impregnado del sentido de la maravilla y del amor que lleva a la ternura. Quiero repetirlo: el lenguaje de Dios es cercanía, compasión y ternura.” (Concierto de Navidad 15.12.2021). Gracias a todos los que hacen posible con sus donativos que nuestra Iglesia Diocesana y las Parroquias, a través de Cáritas, seamos fieles al mandato de Jesús de ser Iglesia caritativa y solidaria con quienes sufren y nos necesitan.