En la fiesta de S. José y en este domingo, todas las comunidades de la Diócesis dirigimos la mirada hacia el Seminario diocesano, y hacia todos los seminaristas del mundo, que se preparan para convertirse en servidores de una Iglesia sinodal, que sale al encuentro de los hombres y mujeres contemporáneos, para anunciarles el Evangelio, darles la vida de Cristo Resucitado, curar heridas, perdonar y reunir, servir a la paz y la justicia como signos del Reino de Dios que llega. Una vocación espléndida en el Pueblo de Dios que formamos todos los bautizados. ¡Qué hermosa es una vida según el Evangelio, en seguimiento de Cristo Sacerdote! Todos de alguna forma somos sacerdotes por el bautismo y la confirmación, sacerdotes que ofrecemos sacrificios de alabanza y de amor, nuestra propia vida, que es tan agradable a Dios. Pero al servicio de este sacerdocio «común» de todos los fieles, y dentro del pueblo, nunca separados ni por encima de él, están los servidores de todos, los «sacerdotes» que reciben la vida de los bautizados y lo ofrecen al Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo. Y que distribuyen la Eucaristía y los sacramentos, que predican la Palabra de Dios con palabras y con obras, acompañan, escuchan, reconcilian a los pecadores con la misericordia del Padre, y que conducen al pueblo desde el servicio a los últimos. Unas veces yendo delante de la comunidad, otras yendo detrás, empujando y acompañando a los más rezagados, y a veces en medio, aprendiendo el rumbo que el Espíritu marca al rebaño. Todos haciendo Iglesia, gozosos del don que Dios nos ha hecho al crearnos y al redimirnos por pura gracia, sin ningún mérito nuestro. Esto es lo que anuncian nuestros presbíteros, estando cerca y en medio de las parroquias e instituciones. Con debilidades, por supuesto, porque son hombres como todos, pero con un don muy grande que salva al mundo; ellos mismos son un don para la Iglesia y para el mundo.
Oremos pidiendo santos, humildes y entregados sacerdotes para nuestra Iglesia. Ahora tenemos seis seminaristas en nuestro Seminario Diocesano, cuatro en formación inicial y dos diáconos a punto de ser ordenados presbíteros hacia final de curso. Necesitan de vuestra oración, apoyo y ayuda. Amemos a nuestros sacerdotes que lo dan todo para el servicio, y amemos a nuestros seminaristas, que son la semilla de futuro. ¡Dios los guarde!
Y pidamos «Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino» con la oración para este Día del Seminario 2022 inspirada en su lema:
“Oh Señor, que guiaste a tu pueblo por el desierto a la tierra prometida; Tú llamaste a los discípulos y caminaste con ellos anunciando el Evangelio y los condujiste a Jerusalén, para que, a través de tu pasión y muerte, conocieran la gloria de tu resurrección.
Ahora, que acompañas a tu Iglesia peregrina en el mundo, te pedimos que envíes sacerdotes que caminen hoy junto a aquellos que convocas en tu Iglesia; que nos fortalezcan y consuelen con la unción del Espíritu Santo; que nos animen e iluminen con la predicación de tu Palabra; que nos alimenten y sostengan con la celebración de la eucaristía y la entrega de su propia vida.”