Estamos preparando la venida del Señor, y la Navidad ya se acerca, ya está a las puertas. Si Jesús se hizo niño, y nació pobre en Belén; si sufrió el destino de tantos refugiados y emigrantes en Egipto; si fue perseguido y luego ocupó un lugar «descentrado» de la historia, en Nazaret (¿puede salir algo bueno de Nazaret?), si se dejó crucificar «para que tuviéramos vida y vida abundante»… eso ¿no reclama de nosotros que nos ofrezcamos con Él, que nos entreguemos y aceptemos las pobrezas y sufrimientos en unión con Él? ¿No debe esperar de nosotros que sepamos servirle en la persona de los hermanos que nos necesitan, de todos los que son nuestro «prójimo»? Pidámosle ser fieles a la donación que hizo de sí mismo, cuando nos reveló el amor infinito de Dios por la humanidad.
Por eso en la Iglesia, todos y todo debe ser para el servicio y la ayuda de los pobres, con el fin de erradicar la pobreza. San Pablo lo proclama bien claro: «¡Nos apremia el amor de Cristo!» (2Co 5,14), y el Papa Francisco nos lo recuerda con fuerza: «La pobreza es el centro del Evangelio. Jesús vino a predicar a los pobres. Si sacáis la pobreza del Evangelio, no entenderéis nada». Ciertamente que en nuestra Diócesis de Urgell queremos ser fieles al mandamiento del amor y que la dimensión de la caridad vivida sea el fundamento de todas las parroquias e instituciones. No sólo en Navidad, y no sólo que fundamente Cáritas diocesana o las Cáritas parroquiales, sino que el amor y la solidaridad deben ser la opción preferencial de todos los cristianos y de todo lo que humildemente vayamos realizando como Iglesia, llamada a ser «comunidad de amor». Escuchemos y pongamos en práctica el mensaje de Jesús tan bellamente expresado en la parábola del buen Samaritano (Lc 10,25-37), que le retrata a Él, que vino a salvar a la humanidad que yacía postrada en el camino, ante la indiferencia de muchos. La caridad cristiana comprometida es la respuesta a las situaciones de necesidad y de indigencia. Una respuesta que busca medios y personas al servicio de quienes nos necesitan. Una respuesta competente, cargada de humanidad, que no se queda en momentos puntuales, y que viene dada por parte de gente bien formada en «las aptitudes del corazón», que ama a todos como una consecuencia que se desprende de su fe.
La caridad cristiana consiste en descubrir dónde se necesita el amor y actuar en consecuencia, y esto realizado como comunidad cristiana, con programación, previsión, voluntariado y al mismo tiempo en colaboración con otras instituciones similares y con las administraciones públicas. Porque la caridad cristiana que intentamos vivir, no quiere actuar por otros objetivos que no sean amar a las personas con un amor gratuito, promover su crecimiento y desarrollo, y conseguir una sociedad más solidaria e inclusiva, que se guíe por la justicia.
En este domingo tenemos la colecta para Cáritas parroquial y Cáritas diocesana. Gracias a todos los que hacéis posible con vuestras ayudas y con vuestra colaboración que Cáritas pueda continuar siendo fiel a su gran lema, de ayuda solidaria y de caridad auténtica: «¡Ayúdanos a ayudar!». Y no dejemos el propio compromiso de vida al servicio de los hermanos. La Navidad nos invita a ellos y “nos apremia el amor de Cristo” (2Co 5,14).
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