3. Emigración globalización y una familia
Una de esas diferentes situaciones es la emigración; circunstancia que no afecta a la común pertenencia a la misma y única familia humana.
Otra circunstancia en el camino común es el fenómeno de la globalización, con su ambigüedad de ventajas e inconvenientes. En el citado Mensaje para la Jornada Mundial, el Papa Benedicto XVI, en referencia a su Encíclica Caritas y Veritate, dice del fenómeno de la globalización «característico de nuestra época» que «no es sólo un proceso socioeconómico, sino que conlleva también «una humanidad cada vez más interrelacionada», que supera fronteras geográficas y culturales. Al respecto, la Iglesia no cesa de recordar que el sentido profundo de este proceso histórico y su criterio ético fundamental vienen dados precisamente por la unidad de la familia humana y su desarrollo en el bien (cf. Benedicto XVI, Enc. Caritas in veritate, 42). Por tanto, todos, tanto emigrantes como poblaciones locales que los acogen, forman parte de una sola familia, y todos tienen el mismo derecho a gozar de los bienes de la tierra, cuyo destino es universal, como enseña la doctrina social de la Iglesia. Aquí encuentran fundamento la solidaridad y el compartir» (Benedicto XVI, Mensaje 2011).
Más aún, en el fenómeno de la globalización, asumido y vivido con criterios y actitudes de acogida de los diferentes, de justicia y de solidaridad, en orden al bien común, puede prefigurarse y anticiparse la ciudad nueva y definitiva del futuro «En una sociedad en vías de globalización – dice el Papa – el bien común y el esfuerzo por él han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones, dando así forma de unidad y de paz a la ciudad del hombre, y haciéndola en cierta medida una anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin barreras» (Benedicto XVI, Enc. Caritas in veritate, 7).
Contrasta con este cuadro ideal la dura realidad, agravada por la crisis económica y no siempre favorecida por las leyes, que afectan a los emigrantes y refugiados. Surgen el miedo al extraño, el rechazo, la merma en la cordial acogida, en la hospitalidad… Se hace necesario rescatar la centralidad de la persona humana y de su dignidad, con sus correspondientes e inalienables derechos y deberes.