El Arzobispo y Copríncipe, Mons. Joan-Enric Vives, visitó el Centro Penitenciario de “La Comella” del Principado de Andorra la tarde del día 21 de marzo en una continuación de la visita pastoral que había realizado el 20 de diciembre y a la que no habían podido asistir los preventivos. Presidió la celebración eucarística con los internos y el personal del Centro. Iba acompañado por el Delegado diocesano de pastoral penitenciaria y Arcipreste, Mn. Ramon Sàrries, y por Mn. Codina, Secretario general.
A su llegada fue recibido por el Director y el Director adjunto del Centro, Sr. Miquel Àngel García i Sr. Carles Oferil con quienes mantuvo un breve encuentro informativo. Al finalizar, se desplazaron al espacio preparado para la celebración, donde presidió la Eucaristía.
Un grupo de profesores de la escuela Mare Janer y del Colegio Sant Ermengol animaron la celebración con sus cantos. Mons. Vives saludó personalmente a cada uno de los internos.
En su homilía el Arzobispo glosó las lecturas de la Palabra de Dios proclamadas. La primera lectura del Libro de Ester donde ella ruega así “Ahora, pues, ayúdame, que estoy sola, y no tengo a nadie fuera de ti, Señor, Dios mío” fue la invitación a que el Arzobispo dirigió a los presentes animándoles a acudir a Dios Padre, rico en misericordia, porque la falta de libertad puede ser doloroso en las personas. Pero Dios nunca abandona a ninguno de sus hijos y por eso Mons. Vives exhortó a los presos a confiar siempre en la misericordia y la bondad de Dios que es Padre rico en misericordia. En el Evangelio se proclamó cómo Jesús invita siempre a acudir a Dios porque enseñaba: “Pedid, y Dios os dará, buscad, y encontraréis, llamad, y Dios os abrirá, porque todo el que pide, obtiene, todo el que busca, encuentra, a todo el que llama, le abren”. Debemos ser perseverantes en la oración y pedir la ayuda del Señor, especialmente en los momentos más duros como son los presos preventivos que están pendientes de ser juzgados o de sentencia. El Arzobispo finalizó sus palabras recordando la infinita dignidad de toda persona humana, sean cuales sean sus circunstancias personales o errores cometidos y que deben mantener la esperanza firme que pueden mejorar.
Al final de la misa, cada interno recibió un rosario de manos del Arzobispo.