Misa exequial de la Hna. Carmen Cugat Alsinet

El día 1 de julio en la Residencia de las Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell de La Seu de Urgell tuvo lugar una celebración emotiva: la Misa exequial por la Hna. Carme Cugat Alsinet, de 88 años de edad y 65 de vida religiosa consagrada en el Instituto de Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell. La celebración fue presidida por el Arzobispo de Urgell, Mons. Joan-Enric Vives, y concelebrada por un buen grupo de sacerdotes: el Vicario General y Rector de la Parroquia, Mn. Ignasi Navarri; Mn. Manuel Pal, cura de la Residencia; con otros sacerdotes de la ciudad. Estuvo presente la Superiora de la Comunidad de La Seu de Urgell, M. Carme Gros así como las Comunidades religiosas de La Seu de Urgell y del Principado de Andorra. También los sobrinos y otros familiares de la Hna. Carme y un gran grupo de fieles de La Seu de Urgell que la conocieron y que quisieron acompañarla en esta Eucaristía por su eterno reposo.

Al comenzar la celebración exequial la Hna. Visitación Lorenzo leyó una reseña biográfica de la Hna. Carme Cugat y destacar su perfil humano y cristiano cuando pedía insistentemente «no sufráis, no sufráis por mí, que estoy bien» y el relevo del servicio generoso durante toda su vida.

En su homilía el Arzobispo Joan-Enric glosó la vida entregada y entregada de la Hna. Carmen como Religiosa de la Sagrada Familia de Urgell. Ella hizo realidad lo que el Evangelista Juan explica del lavatorio de los pies de los apóstoles por parte de Jesús en la última cena con sus discípulos y les dijo «Si yo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis hacer unos a otros. Os he dado ejemplo para que vosotros lo hagáis, tal como yo os lo he hecho». Esta actitud de servicio y entrega la Hna. Carme Cugat la supo vivir a lo largo de todos sus años de religiosa en las diversas tareas que le correspondió llevar a cabo. Nunca nadie la vio molesta o enfadada. Siempre humilde, entregada, procurando el bien y el felicidad de los hermanos. Mons. Vives destacó lo importante en nuestro mundo valorar la vida consagrada y las «monjas» que son todas de Dios, esposas del Señor, y que nos muestran como una vida entregada y entregada bajo los votos de la obediencia, la pobreza y la castidad, según el carisma de la beata Ana María Janer, fundadora del Instituto, puede ser muy fecunda.

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