«Esto dice el Señor: «Paraos en los caminos a mirar, preguntad por las rutas antiguas: dónde está el buen camino y seguidlo, y así encontraréis reposo» (Jer 6,16). Es adecuado recordar este texto del profeta Jeremías, en los días en que todos buscamos un poco de reposo. Llega el verano y, si podemos, haremos algunos días de pausa o de vacaciones. Necesitamos tomar aliento, reposar, revisar los lazos afectivos y de responsabilidad, especialmente con los que más queremos y valoramos. La familia es lo más valorado en las encuestas sociales. Con todo, el ritmo de vida de muchas familias durante el año no favorece la escucha y la reflexión tranquila, o poder pasar largos ratos juntos. Cada uno de los miembros de la familia tiene sus horarios, sus obligaciones, las propias aficiones, y aunque nos veamos diariamente, si no se está un poco atento, pueden pasar las semanas y los meses muy rápidamente, sin compartir suficientemente momentos que enriquezcan la relación y que permitan entender mejor lo que unos y otros estamos viviendo; lo que el otro es para mí. En este sentido, el verano se presenta como una buena oportunidad para dar a nuestra familia el espacio y el tiempo que se merece. Seguramente sentir que crecemos en el amor entre todos los miembros de la familia es clave para que las vacaciones sean realmente aprovechadas, sean «cristianas».
El Papa Francisco comenta que «los cristianos se casan en el sacramento porque son conscientes de su necesidad. Tienen necesidad de estar unidos entre ellos y cumplir la misión de padres. «En las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad», así se lo dicen los esposos en el sacramento. La familia es un largo viaje que no se hace por partes, sino que dura toda la vida, y necesitan la ayuda de Jesús para caminar juntos, con confianza, para acogerse, el uno al otro cada día, y perdonarse cada día, y eso es importante en las familias, saber perdonar. Pues todos nosotros tenemos defectos. ¡Todos! Y a veces hacemos cosas que no son buenas, y que hacen daño a los demás. Hay que tener la valentía de pedir perdón cuando en la familia nos equivocamos». Debe ser importante que en familia se encuentren los momentos para compartir vivencias, sobre todo, y para orar juntos, leer juntos el Evangelio, comentar lo más relevante del curso ya acabado o de las vacaciones y los estudios que vendrán, de los trabajos y las dificultades actuales,… para dialogar con apertura sobre los grandes temas a la luz de la persona y de la enseñanza de Jesús, para recoger, hoy, el tesoro de la historia reciente de nuestra familia y de nuestro pueblo, que es «la» historia que nos interesa más a todos. Debemos pedir a Dios el arte de saber «re-pasar» (re-visitar, diría el novelista católico Evelyn Waugh, autor de «Brideshead revisited») todas las cuestiones con espíritu constructivo, así como poner, en todo, una chispa de luz evangélica, de alegría y buen humor en las conversaciones con los pequeños y con los jóvenes, narrando vivencias, y sobre todo el propio testimonio de fe. Mostrar con hechos que la fe nos hace vivir «de otra manera» que la del mundo pagano, de los que viven sin Dios.
Aprovechemos estos meses de verano para buscar ocasiones donde la familia se pueda escuchar y reencontrar como comunidad viva donde se crece en el amor y en la fe. La familia cristiana tiene necesidad de la Iglesia para cumplir su misión, pero también es verdad que la Iglesia tiene necesidad de las familias para llevar a cabo su tarea. ¡Buen verano a todos! ¡Que puedan ser auténticos días de descanso «en Cristo», y de rehacer los puentes entre los matrimonios y los miembros de la familia!
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