En el domingo después de Navidad, la Iglesia quiere que miramos con ojos de fe y de amor, con el objetivo de imitar sus virtudes, aquellos que nos son propuestos como inspiradores de la vida de familia, aquellos que santificaron el hogar modélico de Nazaret para descubrir los grandes valores familiares y de amor que el Hijo de Dios ha santificado al venir al mundo. Jesús, María y José son modelos de unión, de convivencia, de laboriosidad, de apertura, de respeto, de oración y de amor mutuo.
En agosto pasado, en Irlanda, el Papa Francisco dio nuevamente un gran estímulo a la familia, y las llamó «esperanza de la Iglesia y del mundo». Y afirmó que es el amor de Cristo, lo que lo renueva todo, y lo que hace posible el matrimonio y un amor conyugal caracterizado por la fidelidad, la indisolubilidad, la unidad y la apertura a la vida. «En toda sociedad, las familias generan paz, porque enseñan el amor, la aceptación y el perdón, que son los mejores antídotos contra el odio, los prejuicios y la venganza que envenenan la vida de las personas y las comunidades». Y destacó que «las familias están llamadas a seguir creciendo y avanzando en todas partes, incluso en medio de dificultades y limitaciones, así como lo han hecho las generaciones pasadas».
De hecho, entre las realidades más valoradas, se manteniendo desde hace años en los primeros lugares, la familia. Debemos hacer mucho por la propia familia, y por todas las familias en general, pero a nadie se le escapa que las legislaciones y los poderes públicos pueden ayudar o entorpecer mucho el desarrollo armónico de la vida familiar, la pueden priorizar o la pueden minar y hasta destruir. Es lógico que los ciudadanos reclamamos políticas de apoyo a la familia y nos ponemos en guardia ante todo aquello que la puede destruir o banalizar.
Resulta actual lo que la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea (CCEE) pidió hace ya unos años a la Unión Europea (UE). Se quiere que la familia sea una prioridad de todos los Estados europeos, y elevó unas propuestas detalladas para una estrategia familiar que convierta Europa en «la región del mundo más amiga de la familia«. La reforma social querida para Europa debe contemplar las necesidades de las familias, haciendo que sea elemento primordial de atención y de apoyo. Las legislaciones europeas deberían velar por la protección social, el tiempo de trabajo, la compaginación entre trabajo y vida familiar, los horarios más razonables, la igualdad más real entre hombres y mujeres, la vivienda para todos, la competitividad justa, las oportunidades para niños y jóvenes, la formación profesional, la sanidad universal, la valoración de los ancianos, que son cada vez más numerosos, la acogida de las familias refugiadas, el desarrollo y otras áreas que tienen un gran impacto sobre las familias.
La promoción de la familia en último término hará que los ciudadanos europeos sean más felices, promoverá una mayor cohesión social, tendrá un efecto positivo en la salud pública y, de este modo, contribuirá a invertir la disminución del índice de natalidad en la Unión Europea. Es un buen pensamiento para el nuevo año que empezamos.
Con agradecimiento por el año 2018 que despedimos, con espíritu de conversión por lo que no hemos hecho bien, a todos os deseo un feliz Año nuevo, ¡lleno de la Paz de Cristo!
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