La misión no se clausura, está viva

El próximo día 31 de octubre será clausurado el Mes extraordinario Misionero querido por el Papa Francisco, pero no se clausura el espíritu misionero de la Iglesia, ni la oración misionera, ni el interés por la evangelización, ni la solidaridad con las Iglesias jóvenes, con su clero o las nuevas vocaciones, o con su infancia. A lo largo del año tenemos que mantener el fervor misionero, el interés por el crecimiento de las comunidades cristianas. El mismo Papa nos ha invitado durante este Mes misionero extraordinario a rezar para que el Espíritu Santo suscite una nueva primavera misionera para todos los bautizados y enviados por la Iglesia de Cristo. Y explicó en qué consiste la «misión ad gentes» de la Iglesia (la misión hacia fuera, hacia los no-creyentes o que aún no conocen a Cristo) que «busca llegar a las periferias, los ambientes humanos, los ambientes culturales y religiosos todavía ajenos al Evangelio». Se mantiene viva y exigente la palabra de Jesús «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20).

En orden a la oración sostenida por las misiones y por los misioneros, por la apertura de los corazones a la luz de Jesucristo, el Papa recomendó para este Mes Misionero el rezo del Rosario. También esto no se puede clausurar. Octubre es el mes del Rosario, porque está dedicado a la Virgen en su advocación del Rosario, de tanta tradición en nuestras comarcas. Pero esta humilde oración siempre será valiosa, y el Papa Francisco ha exhortado a pedir, por intercesión de María, Mediadora de gracias, «paz para el mundo, sabiduría para los gobernantes, y fe y unidad para las familias», y ha manifestado el deseo de que recemos cada día el Rosario, lo que la Virgen María ha recomendado en varias apariciones suyas. María aseguraba, dice el Papa, que «las gracias implícitas en esta oración serían salvíficas y llevarían a los hombres a la felicidad en el cielo». Se trata de que más allá de este mes mariano y misionero, imitemos el celo y el impulso misionero de la Virgen María, orando por que Dios nos haga mejores anunciadores de Cristo en cada ambiente de nuestra vida.

¿Qué caminos tenemos para colaborar con las Misiones? Amemos a los misioneros que se han ofrecido personalmente a ser enviados por la Iglesia en todo el mundo. A ellos les ayudan muchos colaboradores y voluntarios misioneros, que dedican su tiempo a informar y sensibilizar a la sociedad sobre la necesidad de la ayuda misionera, o demos unos meses de las vacaciones o un año de nuestra profesión para cooperar con las Iglesias jóvenes. Una manera de colaborar con el espíritu misionero de la Iglesia y los misioneros es la de los fieles que escuchan y meditan la Palabra de Dios, y al rezar por los misioneros, se abren a esta dimensión eclesial, con amor. La oración es el don y la fuerza que necesita la Iglesia para desarrollar la tarea misionera cada día. Ayudémosla y roguemos por las misiones. Y aún, la colaboración económica de los que comparten lo que tienen o parte de lo que poseen, ayudará las misiones y a los misioneros. A través de diversas Jornadas y campañas en favor de las misiones, es posible el funcionamiento y desarrollo de los territorios de misión, para llevar a cabo proyectos de evangelización y proyectos sociales. ¡Dejemos que el Espíritu nos inspire!

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