La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y de la misión

Hoy y durante varios domingos proclamaremos en la liturgia dominical el discurso del Pan de Vida del Evangelio cuarto según San Juan, capítulo 6. A partir del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús invita a penetrar en la revelación de la Eucaristía: Él mismo como Pan de Vida eterna, y su Carne como verdadera comida para la vida del mundo, de la experiencia de comunión con Él, íntima y única, de aquellos que lo coman con fe, y de la invitación a ser creyentes y a vivir con responsabilidad su seguimiento.

La Eucaristía es fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia (cf. LG 11 y Exh. Sacramentum caritatis de Benedicto XVI, 2007). Si contemplamos de manera más asidua el rostro del Verbo Encarnado, realmente presente en el sacramento de la Eucaristía, practicaremos el arte de la oración y nos comprometeremos mejor de cara a la evangelización. Sólo si vivimos de la Eucaristía, seremos mejores cristianos, porque la Eucaristía fortalece y alimenta la fe, nos une a Cristo y nos une como Iglesia, nos identifica y nos llena de caridad. Perseverar en «santificar las fiestas» -como dice la ley de Dios- es hoy un compromiso que debemos intentar vivir con perseverancia, con natural fidelidad, y enseñarlo a niños y jóvenes, intentando que se encuentren bien, que participen más activamente, que se convierta en hábito y virtud en ellos, ya que lo ven en los cristianos adultos.

Si valoramos la misa y queremos que sea celebrada en nuestros pueblos y aldeas, para que llegue el Pan de vida a los ancianos y a todos, debemos colaborar más con nuestros sacerdotes. A menudo van muy llenos los fines de semana para ofrecer la Eucaristía en tantos lugares. ¿Podríamos hacer más para que las eucaristías tuviesen más preparación y mejor celebración, de cara a lecturas, cantos, monaguillos, dignidad de los ornamentos y objetos para el culto, y sobre todo de cara a la actitud de amor al Señor que nos viene a visitar con su presencia llena de misericordia? ¿Si no puede celebrarse cada domingo la misa en nuestro pueblo, sabremos agradecer los ministros enviados para las celebraciones en ausencia o espera del sacerdote, o bien desplazarnos al pueblo vecino o al mayor más cercano, y ayudar a los ancianos a desplazarse, por no quedarnos sin la Vida de Cristo? No podemos dejar de escuchar la Palabra y comer el Pan de la vida, sentirnos Iglesia y salir fortalecidos para nuestra misión evangelizadora. ¿Valoro y tiene repercusión en mi vida, la misa de cada domingo?

La Eucaristía es el memorial de la Pascua, acontecimiento central de la historia de salvación de la humanidad. Debemos amar mucho la misa, tanto la del domingo, la pascua semanal, así como cada misa. Y amar con devoción la presencia real del Señor en la Eucaristía que nos lleva a la adoración silenciosa de Cristo, presente en el sagrario de las iglesias, y hacernos discípulos de su amor hasta el extremo. El Misterio de la Eucaristía es el don más grande que nos ha hecho Dios, que multiplica el Pan de Vida para todos. No hay amor más grande que el que da todo lo que uno es y tiene y puede. Y esto lo hizo el Señor en la última Cena, prefigurada por la multiplicación de los panes y los peces. Agradezcamos a la Iglesia y a los sacerdotes que hacen posible este gran don, “para nuestro bien y el de toda la santa Iglesia”. Y no dejemos de interceder por las vocaciones sacerdotales que tanto necesitamos.

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