La segunda sesión de las Jornadas de Teología, en torno a “La esperanza que no se rinde”, se celebró el viernes 29 de agosto, en el Seminario Diocesano de Urgell, con gran seguimiento de participación, presididas por Mons. Josep-Lluís Serrano.
El Dr. Francesc Torralba –Coordinador de las Jornadas de Teología, director de la Cátedra de Pensamiento Cristiano y Doctor en Filosofía y Teología–, que protagonizó las tres ponencias del día 29, hizo una valoración muy positiva de la evolución de las Jornadas porque “son muchos años con presencia permanente de personas que participan activamente, algunos fieles y nuevas incorporaciones, y eso para mí es excelente, porque significa que hemos encontrado buenos ponentes y temas de interés. Tantos años ininterrumpidamente es una excelente noticia y más a finales de agosto. También tenemos veraneantes, personas de la iglesia diocesana de Urgell pero también personas que vienen de otras diócesis, por tanto, la valoración es muy buena de estos años, del trabajo hecho y del nivel de participación”.
“Filosofías de la historia” fue la primera ponencia, donde evocó el pensamiento del filósofo alemán Immanuel Kant, quien había recibido una educación en el cristianismo luterano, y que resumía su reflexión en cuatro preguntas: qué podemos conocer, cómo debemos obrar, qué podemos esperar después de la muerte y, finalmente, qué es el hombre –interrogante que integra las anteriores–. Torralba se centró en la tercera cuestión, ya que es la que nutre la filosofía de la historia: el sentido del devenir colectivo, el propósito que nos orienta y la dirección hacia la que nos encaminamos como humanidad.
A lo largo de los siglos, muchos pensadores han intentado dar respuesta a la gran pregunta: “¿hacia dónde vamos colectivamente como humanidad?”. El ponente resumió los diversos intentos en siete grandes respuestas: (1) la historia como eterno retorno, un ciclo repetitivo sin novedad inspirado en el ritmo de las estaciones que encontramos en el Cohélet del Antiguo Testamento; (2) la historia como progreso ascendente, una visión optimista según la cual la humanidad avanza progresivamente por etapas de mejora sucesiva; (3) la utopía transhumanista, según la cual la tecnología podría borrar nuestras fragilidades como humanidad, siendo una confianza que el Papa Benedicto XVI advertía como “fe tecnocrática” y que el Papa Francisco matiza en la Encíclica Laudato Si’; (4) la concepción nihilista, la historia es la caída desde un paraíso originario hacia la decadencia donde solo hay lugar para la nostalgia, puesto que el momento esplendoroso de nuestra existencia ya lo hemos vivido; (5) la historia como sinusoide, donde hay momentos de esplendor y de crisis, de crecimiento y de decadencia; (6) la historia como un absurdo, una visión que niega cualquier lógica o hilo conductor capaz de ser comprendido por la razón humana; y (7) la historia providencial, que es la visión de raíz cristiana según la cual Dios acompaña a la humanidad en su camino, porque Dios crea y no se desentiende de su creación sino que la cuida, como lo expresa el relato del Éxodo.
Tras una pausa, el Dr. Torralba continuó con “Anatomía de la esperanza”. Las fuentes en que se inspira son Gabriel Marcel, filósofo francés católico conocido como el filósofo de la esperanza; Ernst Bloch, filósofo judío de origen marxista; Byung-Chul Han, filósofo surcoreano; y Corine Pelluchon, filósofa francesa. Para Torralba la esperanza es (1) la virtud del futuro, el futuro está abierto y depende de las decisiones del presente; (2) tiene relación con un bien futuro difícil, no se refiere a lo fácilmente alcanzable; (3) una virtud que requiere tiempo, oponiéndose a la cultura de la inmediatez; (4) una virtud vinculada a la incertidumbre, pues no es evidencia; y (5) diferente de la expectativa, basándose en la posibilidad de que lo improbable pueda suceder. En clave cristiana, la esperanza sostiene que lo imposible para el ser humano es posible para Dios. Esta concepción cristiana la ilustró con tres episodios del Antiguo Testamento: la liberación del pueblo de Israel de Egipto, el nacimiento de Isaac y la victoria del joven David sobre el gigante Goliat. También citó varios que encontramos en el Nuevo Testamento: la resurrección de Lázaro, la Inmaculada Concepción de María, la multiplicación de los panes y peces y la resurrección de la carne.
Esta concepción, sin embargo, plantea un interrogante: si Dios es todopoderoso, ¿por qué no hace posible aquello que podía haber hecho posible? Torralba responde que aunque para Dios todo es posible, los caminos de Dios son inescrutables para nosotros, y lo que debemos hacer es intentar comprender lo que nos pasa y aprender de ello. En este proceso, la oración tiene un valor central, pues la esperanza lleva a la acción, al compromiso y a rezar tanto como petición como, muy importante, en forma de agradecimiento. Finalmente, concluyó señalando que la esperanza cristiana es también el abandono al misterio de Dios: debemos aceptar con humildad lo que no entendemos y confiar en que todo será reconciliado y acogido en su amor infinito.
En su última ponencia “Esperanza versus desesperación”, por la tarde, Torralba planteó qué podemos hacer para salir de la desesperación o para ayudar a alguien que ha caído en ella. Hay enfermedades que se tratan con fármacos, pero las llamadas “enfermedades del alma”, como es la desesperación, no se resuelven con medicamentos. Ante estos estados de ánimo, la filosofía cristiana ofrece un fondo de prácticas para liberarse de ellos. No es un camino fácil ni inmediato, dijo, pero lo que resulta evidente es que no podemos quedarnos de brazos cruzados.
Partiendo de las referencias filosóficas de Søren Kierkegaard, Franz Kafka y Emil Cioran, Torralba definió la desesperación como la incapacidad de ver posibilidades cuando aún las hay, fruto de un desgaste profundo. Desesperarse no es una decisión consciente, nos desesperamos contra nuestra propia voluntad. Para Kierkegaard, desesperarse es vivir falto de eternidad; por eso muchos intentan evadirse con distracciones para no pensar en ello. Torralba ilustró este tema con dos relatos de Kafka: “El buitre” y “Una pequeña fábula”, que muestran el carácter angustiante de la existencia sin salida. Y concluyó con una idea contundente: “el infierno no es un lugar, sino la desesperación misma”, afirmación relacionada con las palabras del Papa Juan Pablo II, quien describió el infierno no como un espacio físico, sino como el estado de quienes viven separados de Dios y, por tanto, privados de toda esperanza.
Finalmente, Torralba dio cuatro antídotos esenciales para ayudar a alguien a salir de la desesperación: (1) escucha liberadora, dar la posibilidad de que el otro narre lo que siente, porque explicarse tiene un efecto terapéutico; (2) no juzgar ni minimizar el dolor, hay que evitar tanto el juicio como dar soluciones superficiales o frívolas; (3) el valor del testimonio, compartir o conocer la experiencia de alguien que ha superado una situación semejante a la vivida tiene mucho más valor que cualquier lección teórica; y (4) abrir horizontes y acompañar, hacer presente que hay futuro y posibilidades, y que nadie debe recorrer el camino solo, pues Dios siempre nos acompaña.
Cerró esta jornada el turno de preguntas de los asistentes, que puso de relieve el interés del tema tratado, y el discurso de clausura de Mons. Josep-Lluís Serrano, agradeciendo la gran acogida de las Jornadas y el buen seguimiento a lo largo de los dos días.