El Seminario Diocesano de Urgell ha acogido cerca de 150 personas procedentes de los territorios de toda nuestra diócesis para celebrar las Jornadas de Teología, el jueves 28 y viernes 29, en La Seu d’Urgell. Organizadas por la Delegación de Enseñanza del Obispado de Urgell y presididas por Mons. Josep-Lluís Serrano, Obispo de Urgell y Copríncipe de Andorra, las Jornadas han contado con la asistencia de un gran número de profesores y maestros de religión, catequistas, agentes de pastoral, presbíteros, diáconos y seminaristas, miembros de Cáritas de toda la diócesis, fieles y vecinos de las comarcas de la diócesis de Urgell y del Principado de Andorra. Han asistido a la sesión inaugural Mn. Josep M. Mauri y Mn. Ignasi Navarri, Vicarios Generales; Mn. Antoni Elvira, Vicario de Pastoral; el Secretario General, Mn. David Codina; y el Representante del Copríncipe Episcopal, M.I. Sr. Eduard Ibáñez.
Este año, en el año del Jubileo de la Esperanza, el tema de las Jornadas ha sido: “La esperanza que no se rinde”, desglosado por la Dra. Margarita Bofarull, religiosa del Sagrado Corazón, miembro del Consejo Directivo de la Pontificia Academia para la Vida y presidenta del Patronato del Instituto Borja de Bioética de la Universidad Ramon Llull; y el Dr. Francesc Torralba, director de las Jornadas de Teología, de la Cátedra de Pensamiento Cristiano, y Doctor en Filosofía y Teología.
Después de la introducción a las Jornadas a cargo de Mn. Pepe Chisvert, delegado de enseñanza del Obispado de Urgell, quien agradeció la buena acogida de la edición de este año, el Obispo Josep-Lluís dio la bienvenida a los asistentes y presentó a los ponentes. Destacó cómo estas jornadas de formación son tradicionales en nuestra iglesia urgelitana: son dos días para respirar teología y vida, para crecer y hacer familia. Mons. Serrano agradeció poder caminar con los participantes en este camino tan importante que es la formación: “son dos días para respirar teología y vida, son jornadas tradicionales en nuestra iglesia urgelitana. Este año me siento honrado de caminar con vosotros en este camino tan importante que es la formación reflexionando sobre la esperanza, un motor en la vida humana”. Finalmente, y tras animar a ser “peregrinos de esperanza” en este año jubilar, expresó su deseo para que la reflexión teológica sobre la virtud teologal de la esperanza realizada durante estos dos días fructifique hacia nuestra sociedad y, especialmente, hacia nuestra iglesia: “Estamos abiertos a la trascendencia y a nuestro mundo”.
Después de la introducción del Dr. Torralba, la Dra. Bofarull abrió las conferencias.
En la primera ponencia “Nacer: Esperanza en la vida”, la Dra. Bofarull señaló que es muy difícil vivir esperanzadamente desde el individualismo, y es necesario mirar al futuro con un corazón confiado y amplitud de miras para restablecer un clima de esperanza y de confianza con los demás. En el marco del Jubileo 2025 nos encontramos en un año en que es urgente restablecer las relaciones fundamentales del ser humano, la ponente cita las tres relaciones que aparecen en la Encíclica del Papa Francisco Laudato Si’ y destaca una última: (1) la relación con Dios, (2) la relación con el prójimo, (3) la relación con la creación y (4) la relación con uno mismo.
Para la Hna. Bofarull, la esperanza es una virtud que Dios nos ha regalado a todos dentro de nuestro corazón, que nos permite mirar más allá de las apariencias. Es una virtud que necesita paciencia y en ningún caso es un optimismo pasivo ni ingenuidad, sino una confianza combativa que nos hace capaces de obrar como hijos de Dios. Ante el nacimiento de un niño quedamos boquiabiertos con el milagro de la vida, señaló la Hna. Bofarull, por lo que debemos aprender a contemplar, admirar y agradecer el misterio de la vida, porque todos nosotros formamos parte del sueño de Dios y cada uno de nosotros somos una afirmación de la esperanza. Formamos parte del misterio amoroso de Dios y cada vida que nace es una apuesta de Dios por el amor y la bondad en el mundo; una confirmación de la esperanza que Él infunde en nuestros corazones. La doctora animó a trabajar para humanizar nuestras sociedades y recuperar la fraternidad, permitiendo que cada persona capte su valor intrínseco y, en el Jubileo 2025, convertirnos en artesanos de esperanza en un mundo que es profundamente bendecido a pesar de sus heridas.
Después de una pausa la Hna. Bofarull trató “Crecer: Esperanza en la contrariedad”. Al crecer, inevitablemente, experimentamos dificultades, dolores, tristezas y miedos, siendo justamente en esta etapa vital cuando la esperanza se hace más necesaria. Explicó que es crucial orientarnos en nuestra vida, saber dónde estamos, de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos. La esperanza es la virtud que nos da vigor ante las contrariedades, porque “la esperanza cristiana no engaña ni defrauda porque se fundamenta en la certeza de que nada ni nadie nos podrá separar del amor divino” (Rm 8,35-39). Si queremos vivir en esperanza, seguir a Jesús, amar y dejarnos amar, nos dice la Hna. Bofarull: debemos ponernos en camino y ponernos en camino equivale a dejar comodidades. Pero este camino no lo hacemos solos, y no solo porque nos acompañe Jesús, sino porque hacemos camino con la iglesia. La comunidad cristiana es una comunidad que peregrina y, especialmente en sintonía con el lema del Jubileo 2025 “Peregrinos de esperanza”, la ponente recomendó que no nos dejemos detener por el miedo sino que nos convirtamos en comprometidos samaritanos que van dejando huellas de esperanza en nuestro mundo.
La Jornada continuó por la tarde con la última ponencia de la Dra. Bofarull llamada “Envejecer: Esperanza en el final”. Envejecer es acercarse al final con una disminución de capacidades, la dependencia y la pérdida de autonomía que pueden acompañar el envejecimiento a menudo se hacen difíciles de aceptar. Es en esta etapa que la Hna. Bofarull hace énfasis en fortalecer nuestra persona interior porque la espiritualidad nos ayuda a envejecer mejor al tener efectos positivos sobre la salud: (1) mayor longevidad, (2) mejor calidad de vida en enfermedades crónicas y al final, (3) mejor adaptación a la enfermedad, y (4) menor ansiedad, depresión o suicidios. Hay que recordar que la vida y la muerte son comunitarias y no solitarias, sin esperanza en la vida eterna la dignidad humana queda lesionada porque la vida eterna es la comunión con Dios y la expresión de amor infinito. El final no es el vacío ni el sinsentido, es el abrazo con el Padre que siempre espera al hijo que vuelve a casa: de Dios venimos y a Dios volvemos. Defendió el acompañamiento de las personas al final de la vida, y rechazó la eutanasia como un camino que saca del sufrimiento, señalando que debemos entrar en la empatía, compasión y el consuelo entre las personas. Debemos entrar en un debate de final de vida que nos haga morir mejor y vivir mejor, que permita que las personas puedan tener un final tranquilo, con esperanza.
Un turno de preguntas muy participativo puso punto y final a la primera jornada de formación.
Después se hizo una statio en la capilla de la Inmaculada del Seminario Diocesano y, en peregrinación, los fieles se desplazaron en procesión hasta la puerta principal de la Catedral Santa María de Urgell, se celebró la Eucaristía de envío en la que Mons. Josep-Lluís Serrano hizo la entrega de la Misión canónica para el curso escolar 2025-2026 a los profesores de religión de la diócesis.