D. Alfonso Crespo Hidalgo, Rector de la Parroquia de San Pedro Apóstol de Málaga y ex Vicario General de la Diócesis, experto en temas de espiritualidad del Clero, fue el ponente de la primera Jornada de Formación permanente para presbíteros y diáconos del curso 2024-2025, que se llevó a cabo el el jueves 14 de noviembre, en el salón de actos de la Casa del Obispado, y en el Seminario, y que acogió una buena representación del presbiterio diocesano.
La Jornada fue presidida por el Arzobispo Joan-Enric Vives, acompañado por el Obispo Coadjutor, Josep Lluís Serrano. Después de la oración de la Hora Menor el Arzobispo Vives dio la bienvenida a los asistentes con una serie de informaciones diocesanas y presentando al ponente, agradeciéndole el esfuerzo de desplazarse hasta La Seu d’Urgell viniendo de la ciudad de Málaga, en un momento en que la ciudad y la provincia había sufrido los efectos de la DANA, e hizo un recordatorio y una oración por las personas afectadas en ese temporal.
El Rv. Alfonso Crespo hizo una ponencia fundamentada en la virtud de la esperanza cristiana precisamente en un momento en el que toda la Iglesia Universal se dispone a iniciar el Jubileo 2025 con el lema «Peregrinos de esperanza». Inició sus intervenciones destacando la necesidad de revitalizar la virtud de la esperanza con motivo de la gracia del Jubileo. El siglo XX ha resultado ser un inmenso cementerio de esperanza y presentó algunos apuntes antropológicos de la esperanza humana. Destacó cómo Dios garantiza nuestra esperanza a partir de Jesucristo que ha vencido a la muerte con su resurrección. La Iglesia al servicio del Reino alenta nuestra esperanza y animó a los sacerdotes y diáconos a ser hijos de la Iglesia porque a pesar de sus limitaciones y pecados es el lugar privilegiado donde podemos nutrirnos de la esperanza. El Espíritu Santo nos anima a vivir en la esperanza pasando de ser “profetas de calamidades” a “testigos ilusionados de esperanza”. Animó a que el Jubileo sea un momento de gracia para reavivar la esperanza. Como lo señala el Papa Francisco en la Bula de convocatoria del Jubileo del 2025: “A menudo encontramos personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza”. Reactivar en nuestro corazón la esperanza puede ayudarnos, con la gracia de Dios, a cambiar nuestro habitual estado de ánimo: invitándonos a pasar del miedo y la angustia personal y ministerial en el horizonte ancho y bonito de vivir la vida, y los años que nos dé el Señor, desde la esperanza.
En la segunda parte de su intervención el Rv. Alfonso Crespo presentó las principales características de la virtud cristiana de la esperanza describiendo las cualidades de la esperanza cristiana: la alegría, la vigilancia inquieta, el trabajo transformador y comprometido, la paciencia, la oración, la sobriedad. Y fue desgranando unos pecados que pueden ser frecuentes contra la esperanza en los sacerdotes y diáconos: el realismo exacerbado, la desesperación, ser presuntuosos, el espiritualismo desencarnado y el secularismo exacerbado. Ciertamente, las esperanzas humanas son nobles, importantes, necesarias; pero no son lo más importantes ni lo más específico de la esperanza cristiana. Los cristianos esperamos ante todo en Dios y la vida eterna. Cuando las esperanzas humanas se desconectan del núcleo, dejan de ser cristianas.
Orar es ejercitar la esperanza. La oración nace del deseo de Dios, aumenta y purifica nuestro deseo de Dios y, por tanto, nuestra esperanza. La oración no aplaca nuestra sed de plenitud, sino que, por el contrario, la aumenta. La experiencia de todos los verdaderamente orantes atestigua esta afirmación. La oración no es, ordinariamente, presencia fulgurante de Dios. Experimentamos muchas veces su ausencia. Pero es una ausencia sentida, deseosa de presencia. Es más bien una “presencia ausente”. La oración nace de la confianza e intensifica esa confianza. En la oración del Huerto de los Olivos, el noble impulso natural de Jesús que se resiste a morir se convierte en oración: “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz” (Lc 22,42). Pero la oración ensancha la entrega confiada del Señor en manos del Padre: hágase tu voluntad. Nuestra oración amplía en nosotros la capacidad de confiar. Cuando descuidamos la oración, nuestras previsiones -el cálculo- suplantan la confianza y debilitan la esperanza.
El Rv. Alfonso Crespo recibió el pasado 4 de noviembre en Madrid el premio Alter Christus, otorgado por la entidad Regnum Christi, que pone en valor y quiere agradecer la «dedicación fecunda y, en gran medida desconocida, que los sacerdotes aportan a toda la sociedad », en referencia a su labor de apoyo y de acompañamiento espiritual. Este sacerdote es el Cura desde hace muchos años del Centro de Acogida de Menores de Málaga. Acaba de publicar un libro que fue regalado a los asistentes: “Vivir y celebrar el Jubileo al ritmo del Año litúrgico. Meditaciones para cada domingo y fiestas el Año litúrgico.”