Jesucristo nos une

Jesucristo nos une, más allá de las divisiones que hemos construido los hombres cuando nos hemos dejado llevar por el egoísmo y la arrogancia. En la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que siempre celebramos del 18 al 25 de enero, tenemos que volver a escuchar la voz de Cristo que nos reclama la unidad, y debemos trabajar activamente por la desaparición de las divisiones que nos separan, venciéndolas con el amor y la comprensión. Será tal vez un camino largo, pero no hay que desanimarse.

Este año se ha elegido como lema de la Semana un versículo del libro de los Hechos de los Apóstoles: «Nos trataron con una solicitud poco común» (28,2) que describe como S. Pablo, prisionero y camino de Roma, se salva del naufragio cerca de Malta y los habitantes de esta isla lo acogen «con una solicitud poco común» y «les suministraron todo lo necesario». Con la oración, es importante que los cristianos católicos, evangélicos, anglicanos y ortodoxos, nos tratemos como el Señor quiere, con respeto, misericordia, hospitalidad y amor fraterno. Y lo podemos concretar en el reto de acoger a los emigrantes y a los refugiados que llaman a la puerta de Europa desde el Mediterráneo. Es necesario que todas las Iglesias y comunidades se movilicen a través de la oración, el servicio y la solidaridad para promover una sociedad más justa y más humana, lo que es parte integral del anuncio del Evangelio de Jesucristo.

En un discurso de 2018, en la sede del Consejo Ecuménico de las Iglesias (WCC) de Ginebra (Suiza), el Papa Francisco destacaba que a lo largo de la historia, las divisiones entre cristianos se han producido con frecuencia porque fundamentalmente se introducía una mentalidad mundana en la vida de las comunidades: primero se buscaban los propios intereses, y sólo después los de Jesucristo. Y algunos intentos del pasado para poner fin a estas divisiones fracasaron, porque estaban inspirados principalmente en una lógica «mundana». Sin embargo, el movimiento ecuménico, al que tanto ha contribuido el Consejo Ecuménico de las Iglesias, surgió por la gracia del Espíritu Santo, y nos ha puesto en camino siguiendo la voluntad de Jesús, y progresará si, caminando bajo la guía del Espíritu, rechaza cualquier «repliegue autorreferencial».

Que el pesimismo no desgaste la apertura ecuménica. Aunque hay ciertamente distancias, éstas no deben excusas. Y decía el Papa Francisco: «Se puede desde ahora caminar según el Espíritu: orar, evangelizar, servir juntos, esto es posible y agradable a Dios. Caminar juntos, rezar juntos, trabajar juntos: he aquí nuestro camino fundamental, que tiene una meta precisa: la unidad».

Invoquemos con oración constante la vía de la comunión, que conduce a la paz. «La división contradice la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura. El Señor nos pide unidad; el mundo, desgarrado por tantas divisiones que afectan principalmente a los más débiles, invoca unidad». Caminar juntos para nosotros cristianos no es una estrategia para hacer valer más nuestro propio peso, sino que es un acto de obediencia al Señor y de amor al mundo, y sabemos que caminar requiere la humildad de volver sobre los propios pasos y la preocupación por los compañeros de viaje, porque únicamente juntos se camina bien. «caminar, en definitiva, exige una continua conversión de uno mismo».

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