Domingo XX del tiempo ordinario (B)

Hermanos muy amados en el Señor:

Lamentablemente, a veces, nos comportamos como irracionales o como gente que no sabe lo que hace; hecho que ocurre cuando nos dejamos fascinar por bienes de valor escaso o dudoso y decidimos vivir a la caza de valores que, una vez conseguidos, nos decepcionan radicalmente por engañosos.

Las lecturas de hoy nos proponen estar a la escucha y alerta para descubrir y entender qué quiere de nosotros el Señor, para sacar provecho del momento presente; es decir, para vivir en positivo, abandonando la ignorancia y avanzando por el camino del conocimiento y de la verdadera sabiduría de la vida.

La sabiduría verdadera nos sale al paso y nos invita a escucharla y seguirla. La primera lectura, sirviéndose del sentido figurado, dice que la sabiduría ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto la mesa, y nos convida diciendo: Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado, dejad la inexperiencia y viviréis.

Ahora bien, el manjar y la bebida son apetitosos tan solo para aquellos que tienen salud, hambre y sed; lo cual quiere decir que tendrán acceso a la sabiduría únicamente aquellos que la desean y la buscan de verdad y disponen espacio para ella en su corazón. El que viene con el estómago lleno no puede comer ni beber, y al que tiene su corazón y su pensamiento llenos de sí mismo o de cosas fútiles, no le queda espacio para la sabiduría verdadera.

Jesús, siguiendo el mismo sentido figurado de la primera lectura, nos convida a comer su carne y a beber su sangre, no ciertamente en el sentido material y literal, sino espiritual y místico; para que, unidos a él íntimamente por la fe y el amor sin reserva alguna, con un verdadero deseo semejante al que tiene hambre y sed, percibamos su presencia y nos identifiquemos con él.

Y, para que nos quedase constancia sensible de su estrecha proximidad, nos dejó el pan y el vino. Así, cuando comemos el pan y bebemos el vino de la Eucaristía, Jesús, que es la sabiduría de Dios, está realmente con nosotros produciendo los efectos admirables de su contacto personal: El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. (…) Ese tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Cuando recibimos la Comunión atentos a su significado profundo, estamos en las mejores condiciones posibles para acceder a la sabiduría y a los beneficios de su amor infinito. El momento sagrado de la comunión debería ser el más deseado, preparado y consciente de nuestra vida espiritual.

El Adviento: caminamos hacia la alegría y la esperanza
d’Amic e Amat
El Adviento: caminamos hacia la alegría y la esperanza
Queridos diocesanos,
querida Iglesia de Urgell,

En las vísperas de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María caminamos hacia una humanidad que nos hace reencontrar el sentido de ser persona humana, como recordábamos la semana pasada, y todo esto
next arrow
previous arrow

Últimas Noticias

Agenda