Este domingo celebramos en todas las Diócesis el Día de la Iglesia diocesana o “Jornada de Germanor», bella expresión para indicar que entre todos debemos sostener las necesidades de toda la Comunidad eclesial. No escapa a nadie que las actividades pastorales que la Iglesia lleva a cabo reclaman una dimensión económica.
Las noticias que han abundado estas últimas semanas sobre el tema de las inmatriculaciones de bienes inmuebles en el Registro, por parte de las Diócesis tienden a hacer creer que nos hemos apropiado de algunos bienes que no eran nuestros. Y no es así de ninguna manera. Los funcionarios del Registro han hecho las cosas bien y han inscrito sólo cuando había fundamento. En todos los casos se han seguido los procedimientos legales previstos en la normativa vigente acerca de los bienes que desde tiempo inmemorial han sido propiedad de la Iglesia. No podemos olvidar que la ley no permitía el acceso de los bienes eclesiásticos a los Registros de la Propiedad, en parte como resultado de las desamortizaciones sufridas en España en el siglo XIX. En consecuencia, y por responsabilidad histórica y patrimonial, la Iglesia por el bien de la comunidad cristiana y al servicio de toda la población ha ejercido este derecho ya que no había dudas sobre de quién eran estos bienes, y de hecho ya figuraban en el Catastro. No se ha quitado nada a nadie. Lo que era de la Iglesia, de las Parroquias o de la Diócesis de Urgell, ahora se ha inscrito. Y si en algún lugar concreto hubiese habido algún error, se podría enmendar. No es justa, por tanto, la sospecha permanente con tintes de anticlericalismo sobre lo que la Iglesia ha realizado a lo largo de la historia: hemos defendido y cuidado responsablemente del patrimonio, las iglesias y los bienes de todos los cristianos. Y si se considera sin prejuicios, se reconocerá que ha sido así.
Ahora la Jornada de “Germanor”, un año más, nos viene a recordar que esta «construcción de la Iglesia» es más que los templos y rectorías, aunque sean necesarios. La Iglesia se va forjando en la catequesis, la pastoral con los jóvenes y las familias, las colonias y el esplai, los seminarios y la formación de los laicos, la atención a los enfermos, la ayuda de Cáritas con los pobres, las misiones y la ayuda al tercer mundo, el mantenimiento del personal contratado para las acciones pastorales, la acción de los religiosos y religiosas, los medios de comunicación social, los templos y otras dependencias de acción pastoral, etc. Con vuestra ayuda podremos seguir haciéndolo y ampliando según las necesidades que iremos teniendo, y que son grandes. Ayudar es ser corresponsables, y lo ayudaremos si lo amamos. Hay que agradecer a todos los que, en las declaraciones de la renta, marcáis libremente la «x» en vuestra declaración -tanto si es negativa como positiva. Es compatible con destinarlo también a otros fines sociales, ya que no se excluyen los dos. Comporta ir haciendo camino hacia la autofinanciación y un esfuerzo de mayor transparencia informativa en las cuentas. El Estado permite que las personas que quieren ayudar a la Iglesia lo puedan hacer a través de la asignación tributaria. Se evita así la aportación directa del Estado, y no es un dinero público sino que libremente lo asignan o no los ciudadanos a una confesión religiosa o a una finalidad social, o ambas a la vez. Esta aportación a través del IRPF sólo representa cubrir el 25% de las necesidades básicas de la Iglesia, y el 75% restante viene directamente de la generosidad de los fieles a través de campañas, suscripciones y donativos directos. Gracias por vuestra generosidad perseverante.
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