El fenómeno migratorio no es sólo un problema económico, social, demográfico, cultural y político. Precisamente porque se ha convertido en un tema cada vez más politizado, entender la razón de este movimiento global humano, la presencia de los emigrantes y su integración en las sociedades europeas, necesita ahora una buena comunicación. Por eso, ¿cómo comunicar, informar y sobre todo formar a los fieles católicos para una percepción correcta del fenómeno de la emigración? ¿Cómo testimoniar todo el bien que se está haciendo en Europa a través de la Iglesia Católica? ¿Cómo combatir las numerosas «noticias falsas» que alteran la realidad? Son las preguntas con que se han confrontado los responsables de la Pastoral de los Migrantes de las Conferencias Episcopales de Europa, reunidos en Estocolmo (Suecia) del 13 al 15 de julio.
El fenómeno de la emigración dentro de Europa ha sido y es saludable para la fe, porque muchos cristianos provenientes de Europa del Este, Oriente Medio o África han mantenido y viven su fe en los países de acogida, que están demasiado marcados por un fuerte proceso de secularización. Por otra parte, una gestión incorrecta o la manipulación consciente del fenómeno migratorio, a través de los medios de comunicación social, a menudo han dado lugar a malentendidos, por no decir actitudes hostiles por parte de la comunidad acogedora. Preocupa lo que revelan las encuestas sobre cierre e indiferencia crecientes en muchos países europeos.
En tiempos de crisis económica, crece la percepción en la opinión pública de que los gobiernos nacionales deberían cuidar primero a sus propios ciudadanos y no a los inmigrantes. Si en los debates mediáticos, el fenómeno migratorio sólo es abordado bajo perspectivas económicas o políticas, el resultado es evidente: se olvida el derecho inalienable a la dignidad de toda persona humana. Además, los medios de comunicación no siempre saben tratar el fenómeno complejo de la movilidad humana con la debida competencia. Y por eso el papel central de la comunicación para explicar bien la movilidad humana con sus tragedias, pero también con su belleza y riqueza. Se deberá invertir más en la formación de los comunicadores y en el uso pastoral positivo de las redes sociales.
Cuando se utilizan de manera acrítica categorías ‘prestadas’ de otros ámbitos, como la política, la sociología o la economía, se generan confusión y miedo. La movilidad humana es un reto urgente que requiere un renovado compromiso también por parte de la Iglesia, expresando de una manera sencilla pero clara, el punto central de la dignidad de toda persona. En este sentido, el testimonio de los cristianos será mucho más fuerte si los diversos ámbitos pastorales encargados de la atención humana atestiguan el mismo anhelo de proteger la persona. Tendremos que desafiar la narración simplificadora y las noticias falsas, aceptando el encuentro con el otro, amándolo no en abstracto, sino en la concreción de la vida cotidiana. En temas de migración, las obras tienen más fuerza que muchas palabras, a menudo inadecuadas, para explicar las razones de la tragedia y la soledad que sufren tantas personas, lejos de su patria. En este tema es importante seguir las pautas indicadas por el Papa Francisco y resumidas con las palabras «acoger, proteger, promover e integrar», y que ante el sufrimiento de los refugiados, «la única respuesta es la solidaridad y la misericordia».
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