Años episcopado: 1920-1940
Lugar de nacimiento: Barcelona
Nació en Barcelona el 16 de diciembre de 1875, y fue bautizado en la parroquia de Betlem. Realizó el bachillerato en artes y filosofía, en el colegio de los jesuitas de Caspe, los estudios de teología, en el seminario episcopal (1890-1895), y los de derecho, en la Universidad de Barcelona (1895-1899), donde se licenció. El año 1901 obtuvo el grado de doctor en teología por la Universidad Pontificia de Tarragona, y el mismo año, vacante la sede barcelonesa por óbito del obispo Morgades, era ordenado de presbítero por el obispo de Vic, Torras y Bages.
Desde los tiempos de sus estudios en el colegio de Caspe mantuvo una estrecha relación con la Compañía de Jesús, seguramente favorecida por la pertenencia a ella de su hermano Ernest (1873-1930). Esta relación debería influir sin duda de que fuera cura del colegio de Jesús María y director de la congregación mariana, de la que había sido restaurador e impulsor el P. Fiter, oriundo de la Seu d’Urgell. Fue catedrático de derecho canónico (1902), de liturgia y teología pastoral (1905) del seminario de Barcelona, consiliario de la Junta diocesana de catequesis (1906) y miembro de otros organismos de pastoral. En la curia diocesana de gobierno ocupó los cargos de juez auditor de testamentarias y causas pías (1907), provicario general (1909), provisor (1910), y vicario general (1915). Fue también canónigo maestroscola de la catedral. Es autor de la obra De regio placito (1903).
Preconizado obispo de Urgell el 9 de enero de 1920, recibió la ordenación episcopal en la catedral de Barcelona el 23 de mayo, fiesta de Pentecostés, y tomó posesión de su iglesia el día primero de junio. En 1921 coronó canónicamente la sagrada imagen de la Virgen de Meritxell.
En la primera reunión del episcopado catalán, presidida por Vidal y Barraquer, en enero de 1921, se tomó el acuerdo de elaborar un esquema en orden a la celebración de un concilio provincial. La tarea se encomendó al obispo Guitart que, ya en la siguiente reunión, presentó un proyecto de constituciones conciliares que le fue aceptado con el encargo de ampliarlo convenientemente. La fisonomía de los nuevos textos hace pensar que se pretendía llegar a una especie de cuerpo formativo propio para las diócesis de Cataluña. Con la implantación del Directorio militar de 1923, el proyectado concilio quedó aplazado «sine die».
En la década de los años veinte fue un entusiasta protector de la Obra de los ejercicios parroquiales del padre Vallet, participando a menudo en tandas de ejercicios, diadas y asambleas. Semejantemente, favoreció la implantación en la diócesis de la Federación de jóvenes cristianos de Cataluña (feyocistas), una obra de renovación espiritual creada por el doctor Albert Bonet (1931). En 1928, con la colaboración de Foment de Pietat Catalana, promovió la celebración en Balaguer de una semana eucarística, que incluía una exposición de unas tres mil quinientas piezas cultuales, destinadas a las iglesias pobres de la diócesis.
Fue también un eficiente promotor del desarrollo material de Núria, en atención al creciente número de devotos que accedían al santuario: adquirió la titularidad de los terrenos terminantes (1922), construyó pabellones para el hospedaje de los romeros (1923-1931) y activó la obra del tren cremallera (1928-1931).
A pesar de ser un defensor insobornable de los derechos y libertad de la Iglesia, y respetuoso con la autoridad constituida, su comportamiento honesto y decidido, respecto al uso ordinario de la lengua catalana en la función litúrgica, catequética y devocional de la Iglesia, le supone momentos difíciles en las relaciones con los gobernantes del Directorio militar (1923-1930), viéndose obligado incluso a enviar un Memorial reservado a la Santa Sede sobre un documento que aquella alta instancia había enviado a los obispos catalanes a instigación seguramente de dichas autoridades. Algo parecido volvió a suceder cuando los vencedores de la guerra civil (1936-1939) establecieron su propia configuración política.
Con el advenimiento de la República (1931), como es conocido, empezaron unos años de comportamiento sociopolítico del todo hostiles a la Iglesia que alcanzaron su paroxismo con una persecución religiosa que costó la vida a 107 miembros del presbiterio diocesano y a un buen número de religiosos y otros fieles, y que comportó el destrozo de una parte muy importante del patrimonio religioso-cultural de las iglesias de la diócesis.
Al estallar la revolución de 1936, el obispo se fue a Andorra, desde donde informó a la Santa Sede (29 de julio de 1936) del cariz que habían tomado los acontecimientos, y obtenía –para su diócesis y los demás sujetos a la persecución–, facultades especiales para la labor pastoral de los sacerdotes en aquellas circunstancias excepcionales. Muy pronto se trasladó a San Remo (teologado de los jesuitas de España desde 1932) y, en la primavera de 1938, a Zaragoza, desde donde el curso de la guerra le permitiría hacerse ya presente en la zona más ponentina de la diócesis. Desde todos aquellos refugios se esforzó por un servicio, constante y eficiente, hacia los presbíteros dispersos y, por otra parte, consiguió, en unas circunstancias de máximo riesgo, mantener el ejercicio de su soberanía sobre Andorra.
Murió repentinamente en Barcelona, en la residencia de los jesuitas de Caspe, el 31 de enero de 1940, y está enterrado en la cripta de la catedral de Urgell.