Celebramos en este domingo pascual del Buen Pastor la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas, este año con un lema inspirado en la última Jornada Mundial de la Juventud: «Di Sí al sueño de Dios». Para decir sí, hay que escuchar la llamada, por ello, el Papa Francisco se dirige a los jóvenes para decirles: «No seáis sordos a la llamada del Señor. Si Él os llama por este camino, no recojáis los remos en la barca; confiad en Él. No os dejéis contagiar el miedo, que nos paraliza ante las cumbres más altas que el Señor nos propone. Recordad siempre que, a quienes dejan las redes y la barca para seguir al Señor, Él les promete la alegría de una vida nueva, que llena el corazón y anima el camino». Desde el Bautismo y la Confirmación, todos estamos llamados a responder cada día con nueva disponibilidad a todo lo que el Señor nos va pidiendo. Y Él siempre da la valentía y las fuerzas para llevarlo a cabo.
En este lema «Di Sí al sueño de Dios» resuenan las palabras que el mismo Santo Padre dirigió a los jóvenes de todo el mundo reunidos en Panamá: «Decir sí al Señor es animarse a abrazar la vida como viene, con toda su fragilidad y pequeñez. Y es que la llamada del Señor, no es una intromisión de Dios en nuestra libertad; no es un peso que se nos carga encima; es la iniciativa amorosa con que Dios viene a nuestro encuentro y nos invita a entrar en un gran proyecto, del que quiere que participemos, mostrándonos en el horizonte un mar más amplio y una pesca sobreabundante». E insistía: «Dios tiene un sueño con cada uno de nosotros, con sus hijos, con los que le aman y le siguen». Y en Panamá invitó a los jóvenes, pero también a todos, aunque seamos mayores, a abrir los corazones y escuchar lo que Él nos está queriendo hacer entender: “Que Panamá hoy sea no sólo un Canal que une mares, sino también un canal donde el sueño de Dios siga encontrando vías para crecer, multiplicarse e irradiar a todos los rincones de la tierra”.
Jesús, el Buen Pastor, ha dado su vida por las ovejas. Decir «sí» al sueño de Dios es seguirlo e implica ofrecerle toda la vida, y ofrecerla del todo, para siempre. Digámosle con S. Ignacio: «Tomad Señor y recibid toda mi libertad… ¡todo es vuestro!». Decir «sí» al sueño de Dios es aceptar con alegría y libertad la posibilidad de que Dios se sirva de nosotros para alguna obra buena, para edificar la Iglesia y construir su Reino. Los caminos están abiertos… planteémonoslo, ayudemos a los niños, adolescentes y jóvenes a pensar en ello seriamente. Podemos contribuir, con Dios, a llevar su salvación a nuestro mundo. Tendremos que estar dispuestos a asumir riesgos por amor. Esta es la vocación y esta es la respuesta de la persona a Dios: decir «sí» a su sueño, a su proyecto de amor para nosotros y para el mundo. Una vocación que concretamos en el sacerdocio, en diferentes formas de vida consagrada -religiosos, institutos seculares, vírgenes consagradas, nuevas formas de vida consagrada y vida contemplativa- y en la entrega misionera.
Por eso debemos pedir al Espíritu Santo su asistencia para que muchos escuchen la llamada, dejen atrás los temores y conviertan su fe en servicio; que busquen la ruta, y se pongan en camino. Y pidamos también a la Virgen María, nuestra Madre, que nos ayude a encontrar en el camino las personas adecuadas, dispuestas a orientar y acompañar la respuesta, y que sueñen también con nosotros.
{«image_intro»:»»,»float_intro»:»»,»image_intro_alt»:»»,»image_intro_caption»:»»,»image_fulltext»:»»,»float_fulltext»:»»,»image_fulltext_alt»:»»,»image_fulltext_caption»:»»}