No buscando la autocomplacencia, sino con ánimo de tomar conciencia de lo que se está llevando adelante desde la Iglesia en España y para informar con transparencia a la sociedad, fue presentada hace pocas semanas la Memoria auditada de actividades 2016. Este era y es un compromiso que adquirió la Iglesia y tiene que ver con su razón última, que es explicar su actividad. Lo que sobresale es el dato que la Iglesia Católica en España atiende a 4,8 millones de personas, o lo que es mismo a un 10% de toda la población. Debe ser considerada, por tanto, un pilar de la sociedad española por la gran labor educativa, asistencial, cultural, conservadora del patrimonio o generadora de empleo con el que complementa el apoyo espiritual de sus fieles.
Hay que agradecer el apoyo de los 8,5 millones de contribuyentes que marcan la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta y que permitió que en 2016 se aportara la cifra récord de 256,7 millones de euros, un 2,82% más que en el año anterior. Aunque la cifra es importante, estos fondos que los contribuyentes asignan, suponen sólo el 24%, una cuarta parte, de la financiación total de las Diócesis. Los fieles, con sus aportaciones y donaciones voluntarias, llevan el mayor peso, un 36% del total. La Iglesia recibió en donativos 335 millones de euros y se puede decir que las aportaciones voluntarias de los fieles siguen siendo la principal fuente de financiación de la Iglesia, aunque existen diócesis pequeñas y rurales que no se podrían sostener sin la asignación que proviene del IRPF y del Fondo Común Interdiocesano. La Iglesia recibe dinero de los ciudadanos que libremente así lo deciden, pero después los revierte en la misma sociedad y en todo el mundo de forma bien amplia, y tres veces más.
Conviene que los mismos católicos sepamos que los centros sociales y asistenciales de la Iglesia para mitigar la pobreza y atender a la gente que está en situación de exclusión social han aumentado un 71% desde 2010, pasando de 5.337 centros a los actuales 9.110. Asimismo, para sostener su patrimonio, las Diócesis en 2016 destinaron 71,14 millones de euros a proyectos de construcción, conservación y rehabilitación, que luego repercute en peregrinaciones y turismo. En el campo de la educación, la Iglesia tiene un papel relevante, no sólo por el ahorro que los colegios concertados católicos suponen para el Estado (2.559 millones de euros), sino también por los beneficios a los alumnos y familias. Por cada euro que se invirtió en educación católica, la sociedad recibió 4,1 euros. Tenemos el trabajo continuado y las actividades de las más de 23.019 parroquias, de las cuales más de la mitad en ámbitos rurales. En todas ellas se celebran 9,5 millones de eucaristías al año, y asisten más de 8,3 millones de personas. A estas tareas los sacerdotes y voluntarios dedican cada año 46,4 millones de horas.
Todo esto ¿hará reflexionar a aquellos que ponen trabas en vez de ayudas a esta tarea tan capilar y extensa de las comunidades eclesiales? Ayudar a la Iglesia, mantenerla, valorarla en su justa medida es algo positivo, porque a través de las comunidades eclesiales muchas personas pueden vivir su vida espiritual y sacramental, que es la primera y gran misión, pero también reciben servicios y ayuda, especialmente en momentos de dificultad, y soluciones a carencias sociales, con presencia de los valores cristianos.
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